El bajista cuenta las estrategias que los diferenciaban de Metallica, Slayer y Anthrax. También revela cómo revivieron al grupo, qué traerá el próximo disco y lo que aprendió de la muerte de su madre. El miércoles llega a La Trastienda con «Basstory», su masterclass.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
Casi como Jim Carrey en la película “¡Sí Señor!” (2009), David Ellefson entendió que tenía que abrirse a cada oportunidad que le apareciera. Todo empezó en 2002, cuando Megadeth se separó y se quedó sin la banda de su vida. “Al Pitrelli me sugirió que le dijera que sí a todo. A veces iba a estar sobrecargado, pero era mejor que nada”, explica del otro lado de la línea.
Y la verdad es que, desde ese momento, Ellefson recorrió un camino largo: le hizo un juicio millonario a Dave Mustaine, se reconcilió, volvió a Megadeth, sacó dos libros (además de uno en 1997), creó bandas como Metal Allegiance (con Mike Portnoy y Alex Skolnick) y Altitudes & Attitude (con Frank Bello), y hasta lanzó su propia marca de café y su empresa de management. Claramente, el bajista aprendió a aprovechar las oportunidades.
“Por haber dudado, me perdí de grandes cosas. Una vez me llamaron para tocar con Alice Cooper, y en el mismo momento me habían ofrecido un buen puesto dentro de Fender. No supe qué elegir, y les dije que me dieran un tiempo. Ambas propuestas se cayeron a los pocos días, y comprendí que tenía que enfocarme en la opción que aparezca primero”, agrega.
-¿Seguís aplicando esa filosofía hoy?
-Sí, claro. Y puede ser algo simple, como despertarme y que alguien me invite a desayunar. ¿Por qué no? Está bueno hacerte lugar para otra gente. Siempre se trata de eso, de hacer conexiones. Las personas hacen que el mundo gire, no el dinero ni lo que compres. Incluso esta entrevista es un vínculo entre vos, yo, tu público y el mío. Con los años aprendí que mi gran rol era ser un comunicador, ya sea en un reportaje, con mi bajo, escribiendo canciones o libros. Son todas plataformas para interactuar, así que este tour de clínicas me es muy entretenido, porque puedo subir al escenario y vincularme. Eso se pierde en la vida de muchos “rockstars”, que tienden a pensar que todo gira alrededor de ellos. Quizás sea así cuando componés el material, pero una vez que lo tocás, depende de vos y tu conexión con la audiencia. Hay que tratar de no perder ese momento, porque no va a repetirse. Ya sean doscientas personas en mi clínica de “Basstory” o dos mil en un concierto, no vamos a estar de nuevo en el mismo tiempo y espacio.
RESPETANDO EL LEGADO FAMILIAR
Aunque encaró decenas de proyectos, la vida también le dio a Ellefson unos cuantos sobresaltos en los últimos años. Su hermano murió de cáncer en 2014, y su mamá falleció justo durante la gira de “Dystopia” (2016). Pero en su nuevo libro, “More Life With Deth” (2019), David explica que el mejor regalo que le dio su madre fue justamente “poder estar con ella cuando dejaba el mundo”.
-¿Esa experiencia cambió tu forma de ver la vida?
-Lo hizo. Mi papá murió el 2 de abril de 1994, el mismo día que me casé. Espiritualmente me resultó bastante adecuado que, mientras un Ellefson se iba, otra persona se sumaba a la familia. Me di cuenta de que el trabajo de él en este mundo ya había terminado, y que mi rol era continuar su legado. Cuando pasó lo de mi hermano, quedé como el único sostén de mi mamá. Fui muy cercano a ella toda la vida, y vos sabés que soy creyente: leo la biblia, estoy limpio de drogas y alcohol, y trato de ver el mundo con los ojos de Dios. Justo esos días cayeron en un hueco entre la gira europea y la de Latinoamérica, y me pareció divino, porque no podía haberse planeado humanamente. Ahí reconfirmé mi fe, y pude estar cuando dio su respiro final. Ella permitió que abriera los ojos, y yo la acompañé mientras los cerraba. ¿Lo gracioso? Que no pasó nada demasiado especial. Siempre me pregunté cómo sería ver a alguien en el instante que fallecía, cuando dejaba la tierra. Resultó muy pacífico, y mi rol fue alentarla y decirle que todo estaba bien para que se fuera. Sentí que se le paraba el corazón, y listo. Cuando apagaron las máquinas que había para mantenerla viva, la paz del cuarto fue inmensa. Ahí me di cuenta del esfuerzo que a veces le ponemos a retener a una persona, cuando quizás lo mejor que podamos hacer sea simplemente dejarla ir. Y al igual que con mi papá, comprendí que yo debía llevar su legado para siempre.
-Una forma de sostener el apellido fue abrirte paso en nuevas aventuras, como ser el mánager de un grupo o re-fundar una discográfica (Combat Records), algo que nunca habías querido hacer. ¿Por qué no te gustaba?
-Porque sé el “dolor de bolas” que son las bandas, y cuán desafiante es manejarlas (risas). No sólo por el ente musical en sí, sino por cada personalidad; no es un secreto que Megadeth tuvo muchos problemas en ese sentido. A algunas cosas las podés manejar, pero también hay factores externos, como las tendencias artísticas y los cambios del mundo. Un día descubrí a Doll Skin, a quienes represento hace cuatro años, y sentí que tenían algo para contar. En la película “A Star Is Born” (2018), el personaje de Bradley Cooper dice que para hacer música de forma exitosa, necesitás tener algo que comunicar y no asustarte al hacerlo. Es la base de un artista, y la encontré en Doll Skin. También entiendo los negocios de las compañías, y siempre fui de hacerles un montón de preguntas a los empresarios. Incluso escribí “Making Music Your Bussiness: A Guide For Young Musicians” (1997) por eso, y para darle a los fans y a los lectores una visión de cómo es la industria. Hay un montón de ilusiones, fantasías y verdades “incompletas”, que no podés aprender a menos que las vivas. Ni siquiera las vas a comprender si leés el libro, pero pensé que podía ser beneficioso. Como comunicador, me gustaba contarle al lector lo que yo había asimilado.
MEGADETH: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
-En tu nuevo libro decís que el tour del “Big 4” fue hermoso, pero que años antes habían tratado de destrozar a los otros tres grupos. ¿Qué recordás haber hecho?
-Cuando conocí a Dave, a los 18, aún no había escuchado a Metallica. Cliff Burton ya había dejado un impacto significante en el rock pesado, y me encantaba cuando los bajistas generaban esas marcas. Imaginate que yo era fan de Steve Harris, Geddy Lee y Geezer Butler, que se distinguían y llevaban roles casi de líderes. Mustaine había tocado con Burton, entonces para él era muy importante que yo estuviera al frente, y que en Megadeth el bajo no fuera un acompañamiento. Construí mi estilo en base a eso: creo que lo logré, porque cuando me escuchás sabés que soy yo. Es como tu firma, que es única. Y otra ventaja era que Gar Samuelson (baterista) y Chris Poland (guitarrista) venían de un background más jazzero, y podían tocar lo que quisieran. Estaban mucho más allá del rock y del metal, y le dieron a Megadeth un sonido muy definido desde los primeros días. Esos ingredientes nos diferenciaron bastante de nuestros competidores.
-O sea que la forma de “combatir” al resto, en realidad, era mejorando ustedes mismos.
-Exacto. Fundamos la banda para que fuera número uno, y una de las cualidades de Dave es que no se contenta con ser un “segundón”. ¡Es justo lo que querés en un líder! Y al haber pasado dos años en Metallica, él sabía que Lars Ulrich compartía la misma visión. Así que trajo información confidencial, “desde adentro”, que incorporamos en Megadeth. Eso nos ayudó a entender las mentes de los demás. Con Anthrax éramos amigos; él los había conocido en Nueva York. Por ende también sabíamos qué hacían ellos, qué estilo eran y cómo pensaba Scott Ian, que aunque no cante, es el frontman. Y Kerry King, de Slayer, tocó en Megadeth. Así que contábamos con grandes ventajas al entender cómo funcionaban los tres. Fuimos la última de esas bandas en formarse y había una dinámica interesante, porque sentíamos que estábamos adelantados en la “línea de combate” y que dominábamos sus psiquis.
-En el libro hablás de los paralelos entre “Super Collider” (2013) y “Risk” (1999): en ambos entraron rápido al estudio, y el recibimiento fue pobre. ¿Eso hizo que no se apuraran a partir de “Dystopia”?
-Sí, totalmente. Y la caída después de “Super Collider” resultó bastante grande. Shawn y Chris se fueron, y obvio que cuando las cosas no funcionan bien, de repente los mánagers “son despedidos” (risas). Como nos había pasado lo mismo en “Risk”, yo ya había visto la película: veníamos de “Cryptic Writings” (1997), que había sido muy exitoso, y no nos tomamos el tiempo suficiente. No estábamos preparados, y tampoco las canciones. Como resultado, sacamos un disco al que los fans respondieron de forma tibia. Ahí perdimos a Marty Friedman, cambió el management… ¡lo mismo! Y tenés razón, “Dystopia” fue una reconstrucción intencional de la banda y del equipo completo. Por suerte todo encajó, y pudimos hacer uno de los álbumes mejor recibidos en la carrera de Megadeth.
-¿Te diste cuenta del poder de ese disco estando en el estudio, o recién al terminarlo?
-Cuando empecé a grabar el bajo con Dave y Kiko -Loureiro- en abril de 2015, los temas estaban bastante listos, pero muchas ideas seguían en la cabeza de Mustaine. No habíamos plasmado las letras ni los climas, así que toqué en base al metrónomo. Por cómo venía, me daba cuenta de que era una placa a la altura de “Peace Sells… But Who’s Buying?” (1986) y “Rust in Peace” (1990), en términos de dificultad y crecimiento. Estábamos empujando las cosas a un límite al que no habíamos llegado antes. Igual, recién cuando escuché las mezclas de “Poisonous Shadows” y “Fatal Illusion” entendí que era una obra increíble.
-También hablás de la reunión frustrada con Marty y Nick, y decís que algunos conceptos de Friedman quedaron en “Dystopia”. ¿Cuáles fueron, específicamente?
-No nos dio un riff o una canción, pero nos desafió a encontrar un baterista que realmente llevara adelante la banda. Él tenía uno muy joven, que lo hizo acercarse de nuevo al público del thrash. Chris Adler ya era uno de los más innovadores del heavy, y Dave y Marty charlaron sobre él. Creo que fueron muy buenos los comentarios de Friedman: aunque no esté en Megadeth, es fan y amigo nuestro. Siempre nos quiere ver en la mejor forma.
En cuanto al estado de salud de Mustaine -que contrajo cáncer de garganta y pausó los shows por un tiempo-, Ellefson explica: “Finalizó el tratamiento, y tenemos la esperanza de que se recupere por completo. Vamos a seguir adelante, con la mirada puesta en el futuro. Las giras de 2020 están en pie, incluyendo una con Five Finger Death Punch por Europa”.
Justo cuando le diagnosticaron la enfermedad a Dave, Megadeth estaba grabando su decimosexto disco de estudio (que se espera que salga en 2020). “Ahora mismo estamos creando el sonido -dice el bajista-. Trabajamos varias semanas este año, desde mayo a julio, e hicimos un montón de progresos en cuanto a la dirección del álbum y a la composición. Hoy estamos ajustando algunos detalles”.
-Y la novedad fue que Dirk Verbeuren llegó con muchos riffs. ¿Cómo se mezcló con el material que ya tenían?
-Es divertido cuando un baterista agarra la guitarra y empieza a componer, porque no es su instrumento principal. Todos nos asombramos, ya que usa ritmos distintos de lo que haría un violero. Son los momentos lindos de estar en una banda: cuando nos sorprendemos unos a otros.
-Entonces, ¿en el disco volvería a notarse la composición grupal?
-Sí, lo pienso así. La dinámica cambió completamente con los años, y muchos van a decir que la etapa con Friedman y Menza fue increíblemente creativa, con un espíritu colaborativo y usando el material de todos. Pero pasaron décadas, y para Mustaine es importante sentir que es el líder. Ser el “supervisor” lo pone en una zona de confort, y siempre le dejo ese rol, porque no sirve desafiarlo. En los últimos quince o veinte años aproveché otras aventuras, como Metal Allegiance, mi disco solista o Altitudes & Attitude, para expresarme sin causar problemas o disrupciones dentro de Megadeth.
LA MÚSICA, UN AGENTE DE CAMBIO
En “Basstory”, la gira que traerá a David Ellefson a la Argentina, el músico da una masterclass y toca varias canciones junto a un seleccionado de artistas. “Realmente lo disfruto, porque esencialmente es un tour solista -señala-. Como la grilla se ajusta a mí, puedo hacer lo que quiera: ir al gimnasio, conocer las ciudades, buscar un buen café o practicar. Es genial que terminemos en la Argentina. Apenas anunciamos las fechas no habíamos podido concretar nada en Buenos Aires, porque ustedes tenían una situación política complicada. Recién en octubre pudimos confirmar los shows ahí y en Uruguay”.
Sin entrar en juicios de valor, Ellefson comprende la realidad casi eterna del país. “Fuimos tantas veces a Sudamérica, que ya entiendo todos los climas políticos -dice con tono amistoso-. Con nuestra música fuimos una voz para la gente, y me parece que es una de las razones por las que el rock pesado es tan popular en la Argentina. Quizás conectan con nuestros mensajes sobre las injusticias. Es uno de los beneficios del metal: que juntos somos una voz muy fuerte”.
En su último libro, el bajista también explica que muchos medios estadounidenses intentan dividir a la gente “entre blanco y negro, sin grises”. Y no sólo lo ve allá, sino en todo el mundo.
“A veces, una acción humanitaria es observar la realidad y describirla en un tema. Podés expresarlo de forma global, como en ‘Holy Wars… The Punishment Due’, que salió de lo que vivimos en Irlanda del Norte, pero también incluye la hipocresía, la religión, los problemas sociales, y obviamente, la guerra. La política está en todos lados: en una banda, en un casamiento, en un negocio, en el trabajo y en las juntadas con amigos. No necesitamos darle nuestra fidelidad exclusiva a un partido, porque siempre cambiamos y evolucionamos. A veces, al crecer y experimentar nuevas cosas, se rompen las ideas que teníamos. Por eso es importante vivir el momento, ser flexible y estar dispuesto a aprender todos los días. Al menos, es lo que intento hacer”.
David Ellefson presentará “Basstory” el miércoles 4 de diciembre en La Trastienda (Balcarce 460, Buenos Aires). Las anticipadas se consiguen a través de TuEntrada.com. El jueves 5, además, llegará al Club Tucumán (Andrés Baranda 941, Quilmes).