La banda de Chino Moreno volvió a Buenos Aires el viernes, para presentar “Gore” (2016)… del que no tocaron ni una canción. El concierto cumplió las expectativas, pero nunca llegó a deslumbrar.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
Fotos de Mica Villalobos.
Durante “My own summer”, el tercer tema de Deftones en el Luna Park, Chino Moreno se saca por primera vez los monitores in-ears para escuchar -y desafiar- al público argentino. Justo cuando recita repetidamente las palabras “Shove it”, parece decir “¡A ver, muéstrenme lo que tienen!”.
Más allá de la elección de la lista -que recorrió “Around the fur” (1997), “White pony” (2000) y “Diamond eyes” (2010), pero que también tiene temas de otros discos históricos-, hay algo que falla apenas la banda estadounidense sube al escenario: el sonido no es más que una bola de ruido, con los graves del bajista Sergio Vega saturando por doquier y reduciendo la potencia del guitarrista Stephen Carpenter.
Sumado a eso, cada vez que una pista de fondo interactúa con Chino Moreno, la grabación suena muchísimo más fuerte que la voz del vocalista. Ésa es una constante a lo largo del show, que además tiene otros puntos en contra. Por un lado, las pantallas apagadas -que se encienden en la gran mayoría de los espectáculos del Luna Park- no permiten que haya una conexión real entre las casi seis mil personas y el grupo, sobre todo con los que están más al fondo.
La segunda desventaja tiene que ver con que Deftones nunca fue demasiado comunicativo. Obviando a Chino Moreno -que se da el lujo de probar una Cerveza Patagonia y pronunciar “¡salud!” en español-, Carpenter casi no se mueve de su lugar salvo por los ventiladores que hacen volar su melena. El baterista Abe Cunningham se destaca por su destreza, pero está resignado a un humilde lugar en el costado derecho, y el tecladista Frank Delgado -que imprime texturas más que necesarias- aparece y desaparece según le toca. A favor de ellos, se debe mencionar que se trata del último paso de una gira sudamericana extenuante, que los llevó a recorrer varios países en pocos días.
Por todo esto, el show de Deftones no llega a explotar en ningún momento. Si a eso le sumamos que no hay canciones de “Gore” (2016) -el disco que supuestamente venían a presentar-, más un set que apenas llegó a la hora y veinte, nos queda poco a lo que conectarnos.
Por suerte Deftones tiene canciones de sobra, y es sobre todo en la climática “Rosemary”, como también en “Rocket skates” y en “Minerva” en donde la banda sale del piloto automático. Una vez que se retiran del escenario, queda la sensación de que el show fue correcto y estuvo a la altura de las expectativas, pero que en pocos momentos las sobrepasó. Suficiente para darles otra chance en su próxima visita… y seguir escuchando sus discos mientras tanto.