Sergio Pizzorno habla sobre la influencia de la salud mental en su último disco, y recuerda la vez que casi gastó 20 mil libras en una bebida alcohólica. También explica, antes de pisar el Estadio Obras, por qué hoy disfruta más de los shows.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
“El Tinder de nuestro guitar tech está prendido fuego -dice el líder de Kasabian en alusión a quien aparece en la portada de “For crying out loud” (2017)-. ¡Ama esa tapa! Ahora es famoso, y sólo por eso valió la pena incluirlo”. Sergio Pizzorno se refiere a Rick Graham, un plomo que los acompaña desde hace unos quince años y que figura en el primer plano de su último álbum… llorando lágrimas digitales.
Musicalmente, la placa -la quinta consecutiva de Kasabian en llegar al #1 el Reino Unido- está alejada de la psicodelia de “48:13” (2014). En esta oportunidad, el foco se acentúa en las violas. “A veces eso es todo lo que querés, ¿sabés? -explica Pizzorno del otro lado de la línea, desde su casa en Inglaterra-. Es un gran disco guitarrero, muy energético”.
Estos años fueron memorables para el británico. No sólo por el éxito de su banda -que hace rato se estableció como una de las más importantes de la actualidad-, sino porque contrajo matrimonio y alcanzó una plenitud en su vida que nunca había experimentado.
Aunque para su eterno ladero, el cantante Tom Meighan, las cosas no fueron iguales: se separó y estuvo sumergido en una oscuridad muy profunda. Las lágrimas de la tapa, entonces, cobran un poco de sentido.
“Por eso traté de armar estas canciones super rápido, para darle herramientas y algo en lo que enfocarse -señala Pizzorno, que se encarga del 100% de la composición-. Me parece que realmente lo apreció y que lo necesitaba. ¡Pero así es la vida, man! No importa quién seas ni dónde estés: se puede poner difícil independientemente de lo que hagas. Lo afrontamos como amigos, y por suerte lo superó y llegó al otro lado del puente”.
-Escribiste ”Put your life on it” para tu esposa. ¿Cómo te sentís cuando él se mete en tu piel y canta algo así?
-Lo vivo de una manera genial, de verdad. No le pongo esas presiones a los temas ni me los guardo como un tesoro. Simplemente los escribo y los dejo salir, y eso fue lo que pasó desde que tenía quince años. Realmente lo disfruto, porque aparte la voz de Tom es muy hermosa y así hicimos las cosas desde el principio.
-Gracias al primer single del disco, “You’re in love with a psycho”, fuiste acusado por la institución “Time to change”. ¿Qué pensaste cuando te enteraste?
-¡El mensaje fue completamente malinterpretado! Esa canción es sobre Donald Trump, no sobre las enfermedades mentales, ¿entendés? Sacando las cosas fuera de contexto, hacen que lo que sea suene exactamente como ellos quieren. La letra también puede ser sobre tu mejor amigo, pero no es sobre la salud mental. Incluso le cambié el nombre, porque originalmente era “I’m in love with a psycho” y no quería que se interpretara que era sobre mi esposa. Muchos conocidos me preguntaron si la había compuesto pensando en ellos.
-Así y todo, la locura es recurrente en Kasabian: sobran las letras con esas referencias y el tercer disco se llama “West rider pauper lunatic asylum” (2009). ¿Qué te apasiona del funcionamiento de la mente?
-(Piensa). Creo que hay una línea muy, muy fina entre el juicio y la locura. Mi familia sufrió estas cosas, así que es algo que canalizo. Y muchos de mis héroes estuvieron locos, como Syd Barrett de Pink Floyd o Roky Erickson, de The 13th Floor Elevators. El problema es quién decide que una persona está enferma y la otra no. Hay mucha gente tomando decisiones bastante desequilibradas, pero son personas electas o primeros ministros. La locura siempre fue una fuente de inspiración, algo con lo que estuve obsesionado.
ENTRE LA CREATIVIDAD Y LA FASCINACIÓN
“West Ryder Pauper Lunatic Asylum”, justamente, fue considerado por Sergio Pizzorno como el “Sgt. Pepper’s…” de Kasabian. En esta ocasión, dice que por su crudeza, “For crying out loud” es equivalente a “Fun House” (1970) de The Stooges.
-Tu objetivo para este disco era reforzar los primeros ocho compases de cada canción, al estilo Motown Records. ¿Cómo llegaste a ese concepto?
-Simplemente me puse a escuchar mis viejos vinilos, y a interesarme en qué los hacía tan especiales. Berry Gordy -fundador de ese sello- dijo: “En esos ocho compases es cuando te metés a la gente en el bolsillo”. Así que hice que los primeros segundos de los temas fueran irresistibles. No lo había puesto en práctica antes, aunque quizás sí instintivamente. A algunas cosas las aplicás sin siquiera saber la “teoría” de antemano. Este fue el primer caso en el que estuve consciente y lo hice a propósito. Disfruté mucho el desafío.
-“Explodes”, de “48:13”, habla sobre no poder componer por bloqueos creativos. ¿Te pasó durante este proceso?
-No, afortunadamente esta vez no llegué a ese punto. Estoy seguro de que pasará pronto (risas), pero este disco se dio rápido y de forma muy fácil.
-Justo antes de que la compañía fabricara el álbum, te obsesionaste con una canción y les insististe para acelerarla en apenas 1 BPM. ¿Cómo reaccionaron ellos?
-(Se ríe y piensa). Era “Sixteen blocks” y fue cuando mandamos el CD para que lo pasen las radios, justo ahí. ¡Pero no deberíamos haberlo hecho, porque estaba perfecta! Así que es una lección aprendida, man: cuando algo está terminado, dejalo. No des vueltas. Los del sello no estuvieron en contra, simplemente dijeron: “Bueno, como quieras”. A veces te obsesionás y cometés errores, porque sobrecargás las cosas. Pero así también vas creciendo.
-Lo gracioso fue que vos mismo te propusiste completar el disco en seis semanas, cuando en el anterior habías trabajado un año…
-Sí, totalmente. Fue divertido laburar rápido porque tuve una obligación mucho mayor con el material. Además tenés razón con lo que marcaste, de que dije una cosa pero luego hice otra (risas). Cada material tiene que ser divertido de lograr, y lo que me pareció interesante fue esa rapidez.
GIRANDO EN EL SIGLO XXI
-La semana que viene vas a tocar con Kasabian en Buenos Aires, y en oposición a la mayoría de los músicos, hace muy poco que empezaste a disfrutar al 100% de dar shows. ¿A qué lo atribuís?
-Para mí, el estudio de grabación es donde pertenezco y me siento más cómodo. Es mi salón de juegos, mi laboratorio, mi santuario. Es donde quiero estar. A través de los años me empecé a meter más en los recitales y traté de ver cómo hacerlos más interesantes para mí. Tocar las mismas canciones una y otra vez puede ser un poco tedioso, así que intenté ser más divertido arriba del escenario, dar un buen show y entretener al público. Quise dar vuelta las cosas, para ver si funcionaban y cómo. Fue una gran decisión.
-”Twentyfourseven” es sobre el bombardeo de notificaciones que recibimos todo el tiempo en nuestros teléfonos. ¿Cómo te llevás con eso?
-(Piensa). No muy bien, para ser honesto. Creo que todos nos sentimos culpables de usar tanto la tecnología, pero así son las cosas. Los teléfonos se volvieron como órganos humanos, y prácticamente no podemos hacer nada sin ellos. Me rompe la cabeza que un celular sea como un pulmón, un puto hígado o un riñón. Es muy loco, ¿sabés a lo que me refiero? ¡Son casi extensiones de nuestro cuerpo!
-Por otro lado, supongo que son útiles cuando girás y querés estar en contacto con tu familia.
-Sí, exacto. Es que tienen cualidades maravillosas, y de lo que nos quejamos podemos sacar algo genial. Sobre todo creativamente: ¡yo lo usé para una canción! Incluso, gracias al iPad y el teléfono, compongo en las habitaciones de los hoteles. Grabé cientos de temas con esos aparatos. No quiero ser tan cerrado, sino simplemente ser consciente de lo que está pasando en la vida real en este momento. Busco vivir el instante, en lugar de estar viéndolo a través de una pantallita.
-Como contracara de lo digital, tu libro favorito es “Widow basquiat”, de Jennifer Clement. ¿Qué te llevó a leerlo más de quince veces?
-Amo el lenguaje y la manera en la que ve el mundo. Tiene una forma interesante de usar las palabras y estoy un poco fascinado con ese período. Esos años en Nueva York eran geniales, la creatividad era salvaje. Así que cuando lo leo me siento inspirado. Quizás, sin saberlo, fue una influencia para Kasabian. Todo es una inspiración, sea consciente o no. Lo que recibo lo exteriorizo en forma de canción, y en eso trato de concentrarme. Estoy interesado en un montón de cosas. A veces, una noticia en el diario puede ayudarme a terminar un tema, o a arrancarlo. También una escultura, una película o una foto. Cuando compongo, me gusta abrirme al arte y usarlo como disparador.
-Por ejemplo, ”La fée verte” fue escrita después de que casi compraras una botella de absenta de 20 mil libras. ¿Qué te interesó de ella?
-(Risas). Siempre amé la historia de esa bebida. Hemingway y otros artistas tenían la costumbre de tomarla, alucinar y crear a partir de eso. Desde el principio me llamó la atención por esa razón: por la leyenda y por la intriga de su sabor, pero es muy fuerte. Literalmente me dolió el pecho las veces que la tomé, así que es un “peso pesado” y tengo que estar alejado de ella.
-¿Cuándo fue la última vez que la consumiste?
-Mmm… ¡hace menos de un mes! (risas).
Kasabian presentará «For cryingo out loud» el jueves 27 de septiembre en el Estadio Obras (Av. del Libertador 7345, Buenos Aires). Las entradas se consiguen por sistema Ticketek.