David Hinds explica por qué África no crece y adelanta su próximo disco. También recuerda las polémicas con los disfraces del Ku Klux Klan, los taxistas y la fertilización asistida, antes de tocar el jueves en Groove.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
“Esta industria siempre fue una mierda. Hay muchos doble estándares, y te voy a dar un ejemplo: Boy George es un adicto terrible a la heroína y todos lo saben. También es homosexual, y no tengo drama con las preferencias de nadie. Mi problema es que su adicción fue documentada a través de los años, al punto de que encontraron un tipo muerto en la casa por culpa de la heroína. ¡Pero lo siguen promoviendo!”, dice David Hinds, cantante de Steel Pulse y una de las leyendas vivas del reggae.
“En cambio, Shabba Ranks, siendo un jamaiquino y sin saber sobre las políticas norteamericanas, habló en 1992 contra los gays. Fue un tonto, pero no tenía idea de que había un ‘culto a la homosexualidad’ en la industria. Había grabado con Johnny Gill y Maxi Priest, y era el artista de reggae con mayor perfil. La rompía en los rankings estadounidenses de una forma que ni lo hacía Bob Marley, que había girado un montón ahí. Y del día a la noche, su carrera se desbarrancó. Años más tarde, Eminem hizo lo mismo y la industria pensó: ‘¿Cómo ganamos esta pelea?’, y lo pusieron junto al homosexual más famoso del universo: ¡Elton John! Todo se arregló, y hoy sigue cantando. Igual quiero remarcar que no tengo nada contra las elecciones sexuales. Mi bronca es con los dobles estándares”.
Filoso. Así se lo podría catalogar a Hinds, el británico que co-fundó Steel Pulse en 1975, cuando en Inglaterra -y sobre todo en el área de Handsworth, Birmingham- reinaba el punk. Hoy la historia es distinta: son una de las bandas más respetadas del mundo, con más de una decena de discos de estudio -“Babylon the Bandit” (1986) ganó el Grammy, y recibieron otras siete nominaciones a lo largo de los años- y tours encabezando todos los festivales.
“Hacer giras largas ya es más difícil para mí, pero después de un tiempo me acostumbro a dormir poco y no ver a mi familia. Además, por un problema en la espalda, tuve que dejar de usar tantas guitarras eléctricas e incorporar algunas acústicas”, dice Hinds, de 62 años, del otro lado del teléfono.
LA ESPERA VALIÓ LA PENA
Hay algo que lo entusiasma mucho al vocalista: “Mass Manipulation”, el disco que están a punto de sacar. “Como tuvimos que financiarlo nosotros mismos, se estiró demasiado -se ríe, haciendo referencia al lapso de quince años sin álbumes-. Lo hicimos en nueve o diez estudios alrededor del mundo: California, Nueva York, Jamaica, Inglaterra, las antillas francesas, Nueva Orleans, San Diego… la ciudad que se te ocurra a la que fuimos mientras girábamos. Pensábamos sacarlo este mes, pero los tours estiraron todo. Va a tener letras basadas en el racismo, la conciencia africana y la política. Todas las cosas que impactaron de alguna manera en la vida de la gente. Diría que con los años nos fuimos poniendo mejores. Hasta ahora, los que escucharon las canciones quedaron muy impresionados, y muchos dijeron que es lo mejor que hicimos en un largo tiempo. Es bastante orgánico”.
-Uno de los temas es sobre Trayvon Martin, que murió por culpa del gatillo fácil.
-Sí, desde que lo mataron supe que iba a ser uno de los casos más controversiales. El chico no había hecho nada, estaba en su propio mundo y sin antecedentes penales. Tenía sólo 18 años, y le inventaron historias de drogas y alcohol. Muchos escucharon la canción -“Put your hoodies on”- y se enojaron con nosotros. Un año después escribimos “Don’t shoot”, que habla sobre un incidente similar -se refiere al “Tiroteo de Ferguson”, de 2014-. En la mayoría de los casos los negros no hacemos nada, pero nos disparan igual. ¿Qué quieren de nosotros? Es una canción que capaz entre en el disco, porque la tocamos todas las noches y la reacción es tremenda. En los Estados Unidos hay una división racial mucho mayor desde la elección de Trump, sobre todo con los inmigrantes que intentan vivir mejor.
-Después de tantos discos, ¿todavía tienen la necesidad de sacar nuevo material?
-Siempre, pero con semejante cantidad de shows casi no tuvimos tiempo. Por otro lado, hay temas que escribimos hace treinta o cuarenta años que siguen siendo relevantes. Por ejemplo, “Ku Klux Klan”: hace unos meses hubo una concentración de aliados en Charlotesville, y luego un montón de disparos en una iglesia en South Bend. Todos eran del Klan, directa o indirectamente. Así que esas canciones todavía son frescas.
-Justamente, en sus comienzos usaban disfraces del Ku Klux Klan. ¿Cuál fue la reacción del público en la primera noche?
-(Risas). No hubo tantos problemas, porque en 1977 y 1978 no estaban muy expandidos en Inglaterra. En los Estados Unidos se sabía que existían, pero en el Reino Unido no demasiado. Cuando fuimos a USA, en 1981, nos dimos cuenta de que iba a ser diferente: para empezar, la gente no podía creer que conociéramos el panorama. No muchos extranjeros estaban al tanto, y decidimos hacer el mismo show que allá. Mientras dábamos el primer concierto, en Boston, un tipo se subió y agredió a uno de los músicos. Al público le impactó porque “el Klan estaba en el escenario” y atacaron la idea del racismo, no al grupo. En ese tour también fuimos al sur, y en Alabama y New Orleans la reacción fue: “¡Wow!”. Pero había muchas canciones sin el vestuario, así que podían ver quiénes éramos.
-Algunos decían que les habían copiado los disfraces a Matumbi…
-No, para nada, eran totalmente originales. Sí tomamos de ellos la idea de usar un vestuario. Cuando empezaron, su frontman se vestía como un predicador, así que uno de los primeros miembros de Steel Pulse lo vio. En cuanto a nuestros uniformes, eran estrictamente propios.
-¿Y por qué dejaron de usarlos?
-Después de un tiempo, otras canciones empezaron a ser más relevantes, y simplemente fuimos progresando. En algunas partes del mundo no los entendían, porque no estaban familiarizados con lo que pasaba en los Estados Unidos. Con el tiempo evolucionamos y cambiamos para brindar nuevas experiencias. Así que luego de unos años, los disfraces simplemente se fueron gastando.
-Muchos los confundían con una banda punk, y hasta les tiraban botellas de cerveza y escupitajos. ¿Cómo lo solucionaron?
-Empezamos justo en el auge de ese género, cuando los blancos se rebelaban contra el sistema, y vimos la oportunidad de sumarnos a esa sublevación con un mensaje propio. Tuvimos un montón de peleas porque tocábamos la misma noche, y casi todos pensaban que nosotros también éramos punks (risas). Después se dieron cuenta de que no, y nos respetaron por nuestro sonido. Las primeras veces nos tiraron botellas; pero eso, las escupidas y la cantidad de cerveza que te lanzaban eran una “muestra de apreciación” (más risas). Con el tiempo, la asociación con el punk nos abrió más puertas, y cuando éramos teloneros de un grupo, ellos se subían y decían: “Miren, si vemos a alguien escupiéndole a Steel Pulse lo echamos, o directamente no tocamos nosotros”. Había un respeto monumental cuando pasaban esas cosas.
CAYÉNDONOS COMO MOSCAS
Steel Pulse lanzó “Earth Crisis”, uno de sus discos clásicos, en 1984. Aunque en un primer momento fue criticado por sonar sobreproducido, canciones como “Steppin’ out” y “Roller skates” se convirtieron en números fijos de los shows. La temática del álbum hacía referencia al uso desmedido de la tecnología, algo que se evidenciaba especialmente en “Wild goose chase”, su último tema.
-Esa letra habla contra la clonación, los anticonceptivos y algunos aspectos de la ciencia. ¿Te seguís sintiendo igual?
-Oh, bastante. Pero que no se malinterprete: si no fuera por los avances, yo no estaría hablando por teléfono con vos. No es que me mandaste las preguntas adentro de una botella, ¿sabés? Sería muy cínico pensar que no deberíamos evolucionar. Yo apoyo todas estas cosas. Hace un año un fanático me escribió un mensaje conmovedor, porque él fue un bebé de probeta. Creció escuchando nuestra música, y un día se le ocurrió prestarle atención a “Wild goose chase”. Pensó que yo estaba en contra de él por haber nacido en cautiverio, creyó que lo estaba “condenando”. Y le hice entender lo que pasaba políticamente cuando salió la canción: el mundo vivía los problemas entre los Estados Unidos y Rusia, y escribí el tema por lo que sucedía. No estoy en contra de nadie que use cualquier método para engendrar. Hay millones de mujeres que no pueden concebir así que lo apoyo totalmente, porque al fin y al cabo todo se basa en el amor, ¿sabés? Quizás alguien que da a luz “naturalmente” sería una madre promedio, y la que no puede concebir sería la que más cariño le daría al hijo. ¿A cuál elijo? Obviamente que a la segunda.
-Claro.
-Así que se lo expliqué a ese chico y me contestó positivamente. Perder a miles de fans por una canción sobre Trayvon Martin no me molestaría para nada, pero que uno sufra por culpa de “Wild goose chase” me afecta un montón. En general, los artistas responden: “Muchas gracias, bla, bla, bla”, pero yo le quise demostrar que no era un inescrupuloso y que me significaba mucho. En aquel momento, el ADN y la clonación parecían nefastos: tenías a criaturas que eran mitad humanos y mitad animales, porque algún loco había experimentado con eso. No condeno la tecnología, sino la manera en la que a veces se usa. Cuando escribí la canción, la ciencia estaba yéndose para el lado equivocado. Ahora también hay problemas similares, que quedan demostrados en películas como “What the Health”. No sé si la viste, pero no vas a querer probar carne nunca más. Me molesta, por ejemplo, que una compañía le mienta a la gente con la comida que vende. Además, el 100% conoce a alguien sufriendo por el cáncer. Yo acabo de perder un amigo joven, así que es evidente que algo está pasando y nos afecta a todos por igual. Posiblemente tenga que ver con los alimentos, sumado a nuestra exposición constante a los químicos que dan vueltas en el aire. De eso hablamos en “Wild goose chase”: si no hacemos nada, vamos a terminar cayéndonos como moscas.
-¿En el nuevo disco va a haber alguna canción relacionada?
-(Piensa). No, escribimos al menos veinte, pero no de esa temática. Lo que me preocupa del mundo de hoy es que China le está sacando terreno a la gente del Caribe y a los africanos. Se presentan como que los van a ayudar construyendo edificios, pero así se instalan en los países. ¡No se dan cuenta de que les sacan un montón de tierras y derechos! El problema con China es que, con una población de 1.3 billones, necesitan expandirse para seguir existiendo. Así que seguramente habrá un tema sobre eso.
-Ahora que mencionás a África, varios autores dicen que deberíamos dejar de ayudar a esos países, porque sino “les impedimos que crezcan”. ¿Qué opinás?
-Es que Occidente siempre hizo todo lo posible para que África siga dependiendo de ellos. Te doy un ejemplo: una de las más grandes industrias africanas es la del coco, y un montón de ese cargamento es robado o decomisado. Así que muchos países terminan aislándolos y ellos no pueden exportar. El problema, en primer lugar, es qué hacen los europeos: devalúan la moneda, con lo cual no sólo pierde valor, sino que los afecta tanto que los países del Caribe y de África quedan debiéndoles. Y pienso que eso es a propósito. Fijate en los Estados Unidos: durante muchísimos años hicieron millones con la marihuana, y le pusieron un montón de multas a Jamaica porque estaba exportándola. ¿El resultado? Hoy, una de las más grandes industrias yanquis es la del cannabis medicinal. Y las plantas de Jamaica tenían las mismas propiedades. Hay un montón de productos hechos a partir de la marihuana, y ellos hacen lo mismo que los europeos: van en contra del progreso del hombre de color. En el nuevo álbum digo que los rastas tienen que parar el abuso de África.
-Una vez giraron por ese continente y dos miembros de la banda, aparte del mánager, contrajeron malaria. ¿Cómo se dio?
-Yo también pensé que me había contagiado, pero no fue el caso. Pasó en 1982, en nuestro primer tour africano. Cuando volvimos, vimos que tres o cuatro estaban agonizando como bichos por culpa de la malaria. Por suerte nadie falleció, pero fue jodido. Al regresar a África duplicamos la cantidad de pastillas de precaución, y descubrimos que las que venían de Inglaterra no tenían un antídoto fuerte, mientras que las estadounidenses sí. Así que nadie, excepto los norteamericanos, estaba cubierto. Por eso la contrajimos.
-En 1991 sacaron “Taxi driver”, e incluso hubo una denuncia contra la comisión de choferes de Nueva York. ¿Qué pasó después?
-Los taxistas eran muy racistas en los Estados Unidos. Si estábamos en Manhattan y queríamos ir a Brooklyn, se rehusaban a llevarnos porque pensaban que podía pasar algo. Hay que decir que varios conductores eran asesinados y algunos pasajeros directamente se negaban a pagarles, pero lo racial estuvo siempre. Lo bueno fue que, cuando sacamos el tema, Lenny Kravitz escribió canciones sobre eso, y Danny Glover se quejó de lo mismo. Con Steel Pulse visibilizamos algo que nunca se había mencionado, ¿entendés? Cada vez que voy a un país, lo primero que hago es buscar las cosas de las que nadie quiere hablar. Y aprendí que todos tienen discriminación: en Japón hay resentimiento con los de Corea; voy a Dinamarca y veo lo mismo con los islandeses. En Alemania viven muchos negros, aunque algunos tienen problemas hasta para ir a la iglesia… la mayoría es nigeriana, pero se genera un malentendido porque también hay musulmanes y gente del ISIS. Estoy seguro de que los argentinos tienen complejos con algún país. La gente de allá me dice que a los negros les pasa lo mismo que en el Reino Unido. Igual, yo trato de analizar todo por mi cuenta.
UN DOCUMENTAL COMPLICADO
Más allá de no sacar discos en varios años (pero sí algunos singles), hubo una tarea que tuvo ocupados a los miembros actuales y antiguos del grupo: la grabación de un film con la historia de la banda. “Dreadtown”, como se iba a llamar, estaba siendo dirigido por el londinense Yoni Gal. Para recaudar fondos, ambos decidieron ofrecerles recompensas a los fans (desde remeras hasta letras escritas a mano, pasando por canciones inéditas y memorabilia). Pero al margen de que se juntaron más de 125.000 dólares, un problema puso en pausa el proyecto.
“Con el tiempo nos dimos cuenta de que, a pesar de todo el material que le aportamos al director, no se estaban cubriendo nuestras expectativas. Consiguió la plata mediante la banda, y por ende queríamos que se hiciera como buscábamos. No sólo eso, sino que el tipo no usó el dinero para el film. Vimos un montón de manejos financieros con los que no estuvimos de acuerdo”.
Para seguir, Hinds y sus compañeros pensaron en Göran Olsson, un director sueco muy involucrado con la problemática racial. “Ahora está con otras cosas, así que ya encontraremos a alguien más -explica el cantante del otro lado de la línea-. Se lo debemos a los fans, aunque el dinero nunca fue a nuestros bolsillos. No queremos decepcionar a nadie, sólo buscamos la situación ideal”.
EL EMPERADOR, ENTRE DÉSPOTA Y HÉROE
-Haile Selassie I es uno de los emblemas del reggae y de Steel Pulse, pero para muchos fue una figura controversial. ¿Qué les dirías a quienes creen que gobernó como un tirano?
-Primero que nada, hay que fijarse qué hace un dictador. Y todos los que se me vienen a la cabeza tienen algo en común: mataron a miles de personas con el enorme poder que tuvieron. Idi Amin era un déspota y asesinó a miles de personas, Iósif Stalin mató a tantas que ni pueden estimar los números. Lo mismo con Adolf Hitler. Esos eran dictadores, porque masacraron en masa a su propio pueblo. Y con los años nos enteramos incluso de más cosas horrendas. Desafío a que me muestren que Haile Selassie sacó a soldados a la calle para matar gente.
-Es una postura interesante.
-Recomiendo leer su biografía autorizada. Cada vez que investigo, me fijo en la historia y en las condiciones de cada país. Cuando él tomó Etiopía eran una de las naciones más atrasadas del planeta, y no accedían a un montón de cosas por culpa de la Guerra de las Cruzadas. Durante esas peleas de cristianos e islámicos se bloqueó el progreso de muchos países, que no podían comerciar ni desarrollarse. Etiopía, desafortunadamente, fue uno de ellos. Hasta 1940 tenían esclavos, y Haile Selassie trató de ahuyentar esas negatividades. La biblia cuenta que Moisés abandonó su aldea para irse con Dios. La gente se puso impaciente, pero cuando él volvió, había campos y terneros hechos de oro. Es lo que le pasó a Selassie: el pueblo vio que las cosas no progresaban rápidamente, entonces tomó el poder y se puso al frente.
-Otros incluso piensan que es una deidad…
-Es que Dios es interpretado de muchas, muchas formas. Algunos creen que es el que construyó el mundo, la luna y las estrellas. Otros lo ven como alguien bondadoso, y por las cosas positivas que hizo Selassie, piensan que es Dios. Lo ven así porque llevó mucho progreso a África, y yo creo que Dios trajo representantes a la tierra para darles mejoras a la gente y brindarles una vida mejor. Por ejemplo, Mahatma Ghandi o Martin Luther King: Dios predica el amor por la humanidad, y para mí Haile Selassie fue parte de eso.
Steel Pulse tocará el jueves 15 de noviembre en Groove (Av. Santa Fe 4389, Buenos Aires), con Riddim como banda soporte. Las entradas se consiguen vía Ticketek.