Los alemanes volvieron a la Argentina a sólo un año de su última visita, esta vez con Arch Enemy y Kreator. Consejos para ser divertidos sin convertirse en una parodia de sí mismos.
Por Fabrizio Pedrotti.
“¿Cómo se traduce al español ‘How many tears’?”, pregunta Andi Deris cuando su concierto ya va por la hora y media. “¡No más lágrimas!”, le grita alguien del público, evidentemente equivocado y abucheado por el resto del estadio. Pero poco importa.
A decir verdad, el alemán habla nuestro idioma mucho mejor que cualquier argentino. La misma soltura se le nota cuando dice: “¿Están cansados, che?” por enésima vez, anunciando lo esperado: que el show de Helloween iba a ser largo. Muy largo.
Desde que el grupo se reunió en 2016, era obvio que el cantante Michael Kiske y el guitarrista Kai Hansen iban a tener el centro de la atención. Esta noche eso es notorio, aunque el calvo suena apagado y con muchas limitaciones en la voz -algo que queda aún más en evidencia cuando se lo contrasta con el excelente estado de Deris y de Hansen-.
Sabiendo que su caudal no es el mejor, Kiske le da el micrófono a la gente en gran parte de “A tale that wasn’t right”, mientras le pide a la audiencia que encienda los flashes de los celulares, algo que ya habían hecho en Japón.
La gran duda desde que se produjo este “ensamble” de diferentes formaciones de Helloween era qué lugar iba a ocupar el guitarrista Sascha Gerstner (incorporado en 2002), teniendo a su lado a Michael Weikath y al propio Kai Hansen -aunque este último sufra con los monitores en varios temas- encargándose de la mayoría de los riffs y los solos.
Durante la primera mitad del show, el más joven de la camada encarna a una especie de Janick Gers en Iron Maiden: “pelea” con el bajista Markus Grosskopf como si se tratara de Eddie, y entre ambos se encargan de tirar púas a lo “ping pong” mientras los “pesos pesados” toman el control en el centro de la escena.
Ese es uno de los grandes aciertos del tour “Pumpkins United”: que Helloween logra ser divertido y descontracturado, pero sin convertirse en una parodia de sí mismo. Otro de los ejemplos son las visuales, que presentan a Seth y Doc, dos personajes animados que guían el concierto y que aparecen intercaladamente en la pantalla gigante; y hasta las graciosas declaraciones de Kiske: “Este es mi amigo con beneficios, ¡Kai Hansen!”, luego de que el violero tomara la posta en el medley de “Starlight/Ride the sky/Judas”.
El cierre llega con Sascha Gerstner al frente (ahora sí) antes de “Eagle fly free”, seguido de un fragmento de “Keeper of the seven keys” (los discos con más presencia en el show) y finalmente “Future world” y “I want out”.
Dos horas y diez de esta versión de Helloween equivalen a entretenimiento, risas, metal épico y potencia descarnada, todo en iguales proporciones. Y eso es algo casi imposible de encontrar en cualquier otro recital: tanto, que ni importan las malas traducciones de los títulos de las canciones.
Puntaje: 8.75.
Fotos: Víctor Spinelli.