Los liderados por Debbie Harry tocaron en el regreso del Rock & Pop Festival. Al margen de los incontables clásicos, se destacaron por su gran presente.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
“Nos falta un tipo acá. Chris Stein no está con nosotros, y quiero dedicarle ‘Heart of glass’ porque realmente tiene un corazón de vidrio”, dice Debbie Harry mientras culmina la presentación de su banda en Buenos Aires. El dato no es menor: el guitarrista y co-fundador se ausentó de varias giras en los últimos meses, justamente por problemas cardíacos.
Ahora bien: el grupo no lo aclara hasta el anteúltimo tema del concierto, y en todas las fotos de prensa figura el violero. Tampoco hubo un comunicado fehaciente de parte de Blondie, por lo que el gran porcentaje del público se entera cuando empieza a sonar “One way or another” -con un volumen bajísimo, que se nivela al cuarto tema- y ve que el único que está al frente es Tommy Kessler, parte de la banda desde 2010.
Al margen de eso, el “nuevo” violero se pone el grupo al hombro de forma envidiable. Sabe que no es el centro de atención y tampoco pretende serlo, pero se lo gana naturalmente con solos como el de “Atomic” y pasa al frente sin hacer agua. Con galantería y modestia al mismo tiempo.
La lista de temas, de una hora y cuarenta (un excelente set considerando el contexto de un festival), se organiza clínicamente y tiene mucho anclaje en el presente. Los hits se alternan con los temas nuevos, de manera que el material de “Pollinator” (2017) se entremezcla perfectamente con clásicos como “Call me”, “Rapture”, “The tide is high” y el cierre con “Dreaming”.
Pero justamente, es en los estrenos cuando la histórica Debbie Harry -con su conocida remera de “Stop fucking the planet”- más disfruta y pone empeño. Durante “Fun” pregunta si hay muchos vampiros entre las tres mil personas, jugando con el nombre de la boyband que se presentó antes (The Vamps, que también sufrió la ausencia de su guitarrista). En ese tema, en el hipnótico “Fragments” y en “Gravity”, la voz de Debbie alcanza los picos máximos de la noche.
A los 73, es lógico que Harry necesite mucho de los coros, pero casi no aparecen. “Maria” es quizás el track que más lo sufre, con la banda afinada un tono y medio más abajo. Tampoco hay delays ni efectos que ayuden a que la voz no suene tan seca (salvo al final de “Heart of glass”, en donde se nota una enorme mejoría con el agregado del reverb). Que no se malinterprete: Debbie Harry sigue siendo una gran cantante, solamente debería acompañarse mejor su registro actual.
El párrafo aparte se lo merece Clem Burke. Con una sola guitarra y el bajista Leigh Foxx sin moverse demasiado (tiene hasta los pedales a espaldas suyas, frente al Ampeg), el baterista cobra mucho protagonismo. Y como gran showman, sabe aprovechar su estilo único: dispara fills de un estilo muy punk para ser pop, y muy pop para ser punk. En parte gracias a él, Blondie es una banda inclasificable.
¿La conclusión cuando se cierra el telón? Que cada uno se sigue divirtiendo en el escenario, sobre todo con la nuevas canciones. Y para cualquier grupo con semejante trayectoria, vivir así el presente es extremadamente meritorio. Hoy, el corazón de Blondie no es de vidrio: es irrompible.
Puntaje: 7.50.
Fotos: Sergio Santillán.