Federico Castrogiovanni habla sobre su nuevo grupo, que junta a dos miembros de Humo del Cairo con dos de Yama Ancestral y que ya editó su primer disco.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
La fuerza de la amistad, muchas veces, permite concretar cosas que parecían impensadas. Y ese concepto se adapta muy bien a lo que vivió el baterista Federico Castrogiovanni en los últimos años: a través de una serie de conexiones y encuentros, un proyecto que existía en grabaciones caseras se transformó en uno de los lanzamientos más frescos del último tiempo.
La primera pieza clave para que se formara el rompecabezas fue Juanjo Burgos, el reconocido ingeniero y productor que hoy vive en Miami. “Tiene un oído alienígena -dice Castrogiovanni, sentado en un bar de Colegiales mientras el sol del mediodía pega fuerte-. Que alguien trabaje de esa manera no es algo común para los músicos. Con él hicimos la mezcla por Facetime: él estaba en su estudio y me dijo: ‘Tengo tales monitores Yamaha’, así que al otro día me metí en un préstamo y me compré los mismos, para escuchar igual. Nos quedamos en sesiones de siete horas, por lo menos veinte días seguidos. Era todo el tiempo con la ventanita abierta, mandándonos los archivos y discutiendo hasta sobre la colita del delay de una guitarra después del rimshot (risas). Fueron detalles ínfimos, pero permitieron que hoy no quiera hacerle control zeta, porque estoy muy contento de cómo se armó todo. Incluso borré la preproducción de la computadora, ¡llegué a pasarme seis horas probando un delay!”.
Burgos no sólo lo ayudó desde el aspecto sonoro, sino que también fue uno de los que escuchó los demos y lo impulsó a lanzarlos en buena calidad. Juanjo sentía que esas canciones debían salir a la luz. “Fue muy loco, porque arranqué con la batería en 1993 o 1994, y a mi primera guitarra la compré en 2000. Por lo cual no me costó componer ni tocar riffs, para nada -continúa Federico-. Hubo semanas en las que no agarraba la batería y estaba a full con la viola, prendido fuego componiendo”. Como una hoguera, literalmente.
Una gran prueba de la versatilidad de Castrogiovanni es que, en este disco, la batería está al servicio de la canción. “Pensé que en vivo la iba a tocar alguien más, así que algunas cosas están más simples. No me desvelaba meter semicorcheas a full y mostrar lo rápido que era”, fundamenta.
DEL SOLISTA A LA BANDA
Una vez que el disco iba tomando forma (y aunque él grabó prácticamente todo, excepto las voces y algunas guitarras), llegó la necesidad de convertirlo en un grupo estable. “Con el Tano -Bianchi, bajista de Humo del Cairo- nos entendemos muchísimo, porque fueron siete años metiendo muchas fechas por mes. Compartimos un montón en la sala: cosas buenas, malas y otras más o menos. Con él me llevo de diez y nos complementamos muy bien en la base. Ya sé lo que va a hacer y viceversa. Es como si tocáramos juntos desde que nacimos. Los bajos que grabé estaban inconscientemente inspirados en lo que escuché de él, incluso antes de saber que iba a ser parte del grupo. La diferencia es que yo toco con púa y él con los dedos, y en vivo mete los arreglos de un bajista hecho y derecho, lo que le da otra vida”.
Aunque el proyecto dio vueltas en la computadora de Federico Castrogiovanni por algunos años, grabarlo en MCL fue lo más rápido del mundo. “Me llevó dos días: el primero metí las baterías y los bajos, y salí muerto. Juanjo me había recomendado que armara también la guitarra y que hiciera todo en la misma sesión, pero era imposible. Lo loco fue que mi hermana me avisó que mi mamá estaba en terapia intensiva, muy grave por una neumonía… y justo salió de la clínica cuando fui a grabar las guitarras, al mes siguiente. Así que estuve con la cabeza en cualquier lado, pero lo logré. A las voces las hicimos en el mismo estudio e incluso en mi casa, como overdubs. Es más: algunas tomas del demo quedaron en el disco, porque me había gustado cómo sonaban con el Guitar Rig”.
En “Oculto”, por ejemplo, hay un solo que Castrogiovanni plasmó en una maqueta y se conservó, así como varios colchones de violas en “Dios es necio”. “Con la oreja de Juanjo, es como poner un chancho en el medio de un montón de patos y que vos no lo identifiques. Tiene esa manera de encastrar las piezas para que no parezca un elemento externo. Si grabás en un estudio y vas a otro, pegar los tres no es fácil”.
CODEÁNDOSE CON LOS MÁS GRANDES
El otro eslabón que ayudó en el proyecto fue la amistad que Federico construyó con Gene Grimaldi, un reconocido ingeniero estadounidense que trabajó en algunos de los discos más vendidos de la historia. Desde Lady Gaga hasta John García, pasando por Sting y Jamiroquai.
“Masterizarlo con él fue una idea de Juanjo, y viajar a Los Ángeles a ver el proceso nos sirvió. No para sacarnos la fotito, sino para ver cómo trabajaba y arreglar posibles dudas. De siete temas llevamos diez mezclas de cada uno, que tenían diferencias en los volúmenes de las voces o los baterías. La magia de Grimaldi es armar la canción por escenas: en el mastering no podés manipular los canales, pero él los retoca de una manera y te arma el tema. Y no te das cuenta, no es que la voz sube de repente. Fue una experiencia increíble, sobre todo porque allá hay otro audio, incluso diferenciado del de la Costa Este. En ese estudio habían masterizado discos que yo escuché mucho, como algunos de Queen, los Guns y Alice in Chains -explica el baterista de Humo del Cairo-. Los yanquis tienen sus quilombos, pero no se preocupan por llegar a fin de mes, como acá. Así que ponen le esa atención y energía a todo lo que hacen. En la Argentina, el laburante promedio usa el 50% de su cerebro para ver cómo ahorrar un mango. Lo mejor es que se armó una oportunidad de laburo con otros artistas, en la que yo puedo componer, Juanjo lo mezcla y Grimaldi lo masteriza. Ya lo estamos haciendo”.
Al margen de que nació de su cabeza, a Federico le gustaría que la banda generara ideas propias. “No es un grupo solista, simplemente esas ideas no podían estar más en mi compu, porque de tanto que tenía estaba corriendo el sistema operativo con apenas 25 MB (risas). Vamos a editarlo en CD y en vinilo, porque en Alemania hay un lugar buenísimo que me recomendaron. El diseñador de la tapa es de allá y lo hizo en 3D. Yo no sabía que se podía trabajar así, que era factible ‘sacarle una foto’ a la obra desde donde quisieras. El tipo me decía: ‘¿Querés que rompa el puente y lo capture desde otro lado?’. Así que, de repente, eso se despedazaba por una hoguera y un terremoto. Pero no fui a Alemania, porque todavía estoy pagando el viaje a Los Ángeles (risas). Otro amigo de Juanjo, Ezequiel Sarudiansky, me dio una mano enorme encontrando al diseñador indicado. Pero el alemán me costó unos buenos mangos, porque el euro está bastante elevado (más risas)”.
Definitivamente, el impasse de su otra banda ayudó para que Hoguera se materializara. “Sino, con Humo estaríamos presentando un disco nuevo y tocando un montón, ya que éramos una banda federal e íbamos mucho a Rosario, Mendoza y San Luís. ‘Etna’, incluso, había sido ensayado con ellos, porque fue el primero que compuse”.
Además, en el nuevo proyecto hay toques del sludge o post-metal al que Humo se había acercado en los últimos EPs. “Totalmente. Es innegable, porque el 66% de esa formación toca en Hoguera. Hubo gente que me lo comentó, pero sería raro que no sonara así, si aparte hacemos rock y afinamos igual. Tiene que ver con la música que escuchamos, y con Humo habíamos llegado al ambient, al post rock y a Mogwai. Indefectiblemente empezás a componer con esas texturas. Hay un EP que ellos hicieron con el baterista de Pez -Franco Salvador- y que nunca salió, está guardado ahí. Pero es inevitable que se compartan esas influencias, aunque a futuro quiero hacer algo más radical. Ahí sí se va a distanciar”.
¿En qué sentido? “Para otro lado, con diferentes libertades y sonidos. Quiero meter un poco de electrónica y sintetizadores. Humo nunca tuvo eso y Hoguera tampoco, solamente un demo que grabé en mi casa que se llama ‘Vals de la Muerte’ e incluye unas palmas”.
Gracias a la ayuda de tantos amigos, Federico también tuvo el impulso de seguir componiendo. Así que, según sus palabras, se viene un futuro prometedor para Hoguera: “Vine re manija del viaje y me puse a componer. ¡Me compré una re consola, así que me siento en casa y no me saca nadie! A veces estoy muy ermitaño, porque tengo todo: la batería, la viola, el bajo. Apago el teléfono y soy yo mismo. Me encontré conmigo, y tuve problemas con otra gente porque estoy muy abocado a esto. Me privo de vacaciones y soy un workaholic. Le estoy dando el 100% al proyecto, incluyendo la energía y la plata, y no lo dudo ni un segundo. Para mí, Hoguera es matar o morir”. Y, nunca mejor dicho, ese es es uno de los secretos para que nunca se apague la llama.