El autor, también conocido por su biografía de Ricardo Iorio, lanzó “Sin Remordimientos”, una versión ampliada de un texto que había editado en los ‘90. Entrevista con Rock.com.ar.
Por Fabrizio Pedrotti.
De adolescente, Ariel Osvaldo Torres ya era un apasionado de la música. Más específicamente del metal: entre sus pasatiempos estaba descubrir bandas, sonidos y sensaciones, como muchos entusiastas de su edad. Pero había un grupo al que se negaba: eran brasileros, y ese ya era un motivo suficiente como para no prestarles atención. “Sentía celos, no quería consumir nada de allá por un tema tonto, de competencia”, explica hoy entre risas. La banda en cuestión era nada menos que Sepultura.
Lo que ni en sueños imaginaba ese adolescente era que no sólo iba a terminar con el grupo tatuado en la piel, sino que viajaría incontables veces a su país de origen para entrevistarlos a ellos y a sus allegados; verlos siempre que pudiera y escribir la primera biografía en español. “Tenían el sonido de una banda estadounidense o europea, y me partieron la cabeza, ¡no podía creer que un grupo sudamericano tocara así!”.
La conexión de Torres con Sepultura no era únicamente musical: también se sentía identificado con las influencias y las historias de Max e Iggor Cavalera, Andreas Kisser y Paulo Jr. “Ellos escuchaban las mismas bandas que yo, por ejemplo, y al ser vecinos teníamos un estilo de vida parecido. Pasábamos por las mismas cosas”, señala.
Quizás por eso, en “Sin Remordimientos (1984-1997)” -el libro que publicó hace unos meses y que es una actualización de “Embajadores del Tercer Mundo” (1998)- se percibe no sólo un estricto rigor periodístico, sino también una verdadera cercanía. Como si, en efecto, estuviéramos metidos en cada situación que se relata.
-Imagino que la logística de aquella edición fue mucho más complicada, en el sentido de que ahora tenemos internet y muchas más vías de contacto con el extranjero, ¿no?
-Sí. Ahí las redes sociales no existían, pero ya estaban los e-mails. A la primera la empecé a escribir en 1995, y el correo electrónico era un gran avance. Pero por supuesto que mucha información se sacaba de las revistas. Siempre fui un coleccionista de medios importados, como Rock Brigade de Brasil, que traía mucha data. Y acá estaban Metal y Madhouse, aparte de los fanzines. Pero principalmente me nutrí de las entrevistas personales, y aprovechaba cuando la banda venía a la Argentina. También era otra época, y la industria funcionaba diferente: las compañías invertían dinero, organizaban conferencias de prensa y entrevistas con los grandes medios, o notas telefónicas. La música generaba más dinero y existía otra manera de acceder a los artistas. Así que con Sepultura tuve mucho intercambio por eso, tanto mano a mano como por llamadas. Con su entorno, los exintegrantes y la gente de la industria, lo hice de forma personal en Brasil. Creo que, para este libro, fueron entre cinco y ocho viajes. Llegaba, me empezaba a mover, conocía a uno que me contactaba con otro… y así se hacía la cadena. Fue un laburo muy de hormiga, y en parte reedité el libro porque con las redes sociales pude contactar a un montón de gente que en su momento no. Eso me impulsó a rehacerlo y a meter más testimonios.
-Y muchas veces, las palabras del entorno suman incluso más que las de los propios artistas.
-Sí, es verdad lo que decís. Con los músicos, llega un punto en el que tienen el casette puesto y están podridos de hacer entrevistas. Pero cuando agarrás a esos personajes, como fotógrafos o exintegrantes que no dan tantas notas, te cuentan un montón de detalles que a los demás se les pasan, o quizás ni los recuerdan.
-La edición de ”Embajadores…” coincidió con la salida de Max Cavalera, y en su momento eso te estresó mucho. ¿Hoy no pensás que fue el timing perfecto?
-Sí, es cierto, porque el relato se terminó cerrando en un período muy específico, así que sin querer encajó bien. En 1997, cuando él se fue, no hubo casi preámbulos. No nos llegaba la información de que estaban viviendo una crisis interna: Sepultura estaba tocando en Castle Donington con Kiss y con Ozzy, y para nosotros fue un balde de agua fría. Luego, la gente del entorno me contó que en 1994 ya estaba todo complicado. Para mí fue un garrón, porque después de tres años de escribir, se me fue la figura principal. Hubo mucho estrés, dudas y preguntas internas de cómo encararlo. Lo bueno es que me dejó la puerta abierta para hacer un segundo tomo: que esta nueva versión, “Sin Remordimientos”, sea la primera parte; y que haya otro que condense desde ahí hasta hoy.
-Y le comentaste esa idea a Andreas Kisser. ¿Cómo reaccionó?
-Me junté con él en octubre de 2017, la última vez que vinieron, porque yo ya estaba terminando esta reedición y me pareció honesto comunicarme para que supiera que iba a relanzarlo. En un momento le aclaré que era el mismo libro pero ampliado, y me respondió que no lo entendía. Ahí le expliqué mi punto de vista: así como las bandas graban su primer disco y a los veinte años lo rehacen con mejores productores y un sonido actual, lo mismo me pasó a mí. No redacto igual que en los ‘90, y él tampoco toca idéntico. Ahí me dijo que siente que se lo ningunea mucho a Derrick Green, y que Sepultura hizo cosas mucho más importantes desde que él está en la banda.
-¿Y cuál es tu opinión sobre esto último?
-(Piensa). Buena pregunta. Si lo medimos en tiempo, es cierto: Derrick lleva más tiempo que lo que estuvo Max. Pero en términos de popularidad, antes eran un número grande en Castle Donington, y hoy no cierran ningún festival. Antes llenaban en todo el mundo, y la ida de Max no favoreció a ninguna de las dos partes. Ni él ni ellos tienen la popularidad de 1996. La banda contaba con un muy buen management: más allá de que Gloria era muy criticada, los puso muy arriba. Volviendo a la pregunta, me cuesta decir si algún disco con Green tuvo más popularidad que lo anterior. Lo artístico pasa por otro lado, porque en ese sentido están muy bien: tienen una formación muy ensamblada y suenan impecables.
-Recién contabas que, como los músicos, vos también cambiaste tu estilo. ¿Cómo fue revisar el texto y encontrarte con tu versión de los ‘90?
-Me encanta tu pregunta. Lo primero que noté fue que tenía un lenguaje “muy de heavy metal”, demasiado influenciado por las revistas en las que escribía (se refiere a las de la editorial Magendra). Usaba adjetivos o jergas asociadas al género, que hoy me hacen un poco de ruido. Hoy lo hice un poco más neutro, y le saqué adjetivos como “el poderoso disco”. Le elevé el nivel en cuanto a lo literario, y trabajé mucho con las correctoras. Sigue siendo un libro rockero, pero con un lenguaje más pulido y menos callejero.

-En los últimos años proliferaron muchas editoriales de música, y sin embargo decidiste lanzarlo de forma independiente. ¿Por qué elegiste ese camino?
-Porque así soy el dueño de la obra y de los libros, si quiero los regalo o los vendo. Obvio que tiene sus contras: la logística es complicada y artesanal, pero el rédito y las satisfacciones son inmensas. Cada uno que vendo me da una alegría enorme, porque conozco al cliente y eso suma mucho. Me gusta que cada cual me de su feedback. ¡Cuando laburás con alguien, a veces tenés que comprarte tus propios libros! No quise que me pasara nunca más, y hoy es más fácil que hace años. Nobleza obliga, la idea de reeditarlo fue de Fernando Serani -del sello Blackstar-, que me alentó a que lo hiciera.
-Para la banda debe haber sido interesante que un extranjero escribiera sobre ellos. ¿Cómo fue la reacción del grupo, y quién se mostró más contento?
-Max siempre manifestaba su interés. Yo sabía que querían sacar una biografía, e incluso le mandaba bocetos por correo. Cada vez que hablábamos y teníamos una entrevista, separábamos un par de preguntas para el libro. Él estaba muy al tanto, ycolaboró mucho. Andreas e Iggor también; y Paulo nunca le daba pelota a nada y vivía en su mundo (risas). Yo les preguntaba si resultaba extraño, y me decían: “si sos fan, no nos importa tu nacionalidad. El sentimiento es siempre el mismo y sabemos que estás haciendo un buen trabajo”. Cuando encaré esta reedición tuve en claro que debía ser para mejor, que sino no servía. Y creo que se cumplió.
HISTORIAS DEL TERCER MUNDO
-Una de las cosas que más sorprenden del libro es la hospitalidad de la madre de los Cavalera para alojar a tanta gente de la escena, siendo tan pobres. Incluso narrás una situación en la que hacían un “sorteo del bife” para ver cuál de los hermanos comía…
-Sí, lo que cuentan los músicos es que ella hacía ollas grandes de fideos, que era lo más barato. Tampoco estaban en una situación de miseria, nunca fueron una banda de las favelas. Eso se fue sabiendo con el tiempo, aunque en una época los vendían como los chicos de la villa o de la jungla. En el libro cuento que de chicos pertenecían a una clase media-alta, porque el padre era un cónsul de Italia en Brasil. Cuando murió, ellos fueron a Belo Horizonte y se les terminaron los lujos. Lo del “sorteo del bife” lo narra un músico, pero así es el espíritu del metalero: “nos arreglamos con lo que tenemos”.
-Y en general, la gente más humilde es la que más da.
-Exacto, lo acabas de decir. Por ese lado no me sorprende, y en este ambiente se da una cosa solidaria, de compartir. No solamente acá, sino en todo el mundo: el heavy es mucho más amigable y perceptivo. Para mí también fue muy sorprendente que hayan tenido que sortear un bife entre dos hijos, cuando en realidad lo que haría cualquier madre sería partirlo en la mitad (risas).
-También agregaste citas de la biografía de Max, que salió en 2013. Imagino que eso te ayudó para la reedición.
-Sí, es una ventaja que tuve. Está su libro y se publicaron varios más, así que pude cotejar información y corregir datos erróneos. Al de él igual lo tomé con pinzas, porque pifió mucho en algunas cosas.
-Otro testimonio sorprendente del libro es uno de Max, que dijo que “Schizophrenia” (1987) no hubiera sido tan diferente sin Andreas Kisser.
-Claro. Él comentó que hubiera sido una continuación, sin grandes diferencias. Algunos temas ya estaban compuestos cuando se fue Jairo -Guedz, anterior guitarrista-, y los venían ensayando juntos. Pero creo que el ingreso de Andreas fue un punto de inflexión enorme. Cambió todo para mejor, e incorporaron un montón de influencias que antes no había.
UN NUEVO CICLO
Torres es consciente de que, aunque “Sin Remordimientos” salió hace pocos meses, el trabajo recién comienza. “Algunos creen que el laburo termina cuando se publica, pero en realidad arranca otra etapa. Como no tengo editorial, tengo que promoverlo por mi cuenta y el ciclo sigue. La campaña de difusión empezó en Uruguay en mayo, cuando fui a presentarlo allá”.
-Y alguien en Montevideo te comentó que se hizo hecho músico después de haber leído “Embajadores del Tercer Mundo”, ¿cierto?
-¡Sí! Ahí me va muy bien, y en ese momento un flaco sacó todos mis libros, incluyendo “Hacia el Avión de los Uruguayos” (relacionado con la tragedia de Los Andes). Ese no se relaciona en nada que ver con el rock, pero él lo tenía y me di cuenta de que hay lectores a los que les gustan mis libros, sin que importe tanto el tópico. El que vos decís es un músico que concursaba esa noche para tocar en el festival Wacken: metió dos libros míos en su mochila para que se los dedicara, y me contó que se hizo baterista después de haber leído “Embajadores…”. Nunca me lo hubiera imaginado, pero son las satisfacciones impagables que te dan estos laburos. Soy una persona muy agradecida.
Para conseguir “Sin Remordimientos” y el resto de sus libros, Torres recomienda escribirle a chaosba@hotmail.com, o enviarle un mensaje privado de Facebook. Además, el autor se presentará este sábado 3 de agosto en la Primera Feria del Libro Heavy de Burzaco (Centro de Arte y Cultura Discépolo, E. De Burzaco 740), desde las 15hs.