Europe: “Antes del grunge, el rock era muy predecible”

Joey Tempest habla de cómo reinventaron su sonido en «Walk The Earth», y de la presión de los sellos. También se explaya sobre autocensura, Brexit, funerales y canciones embrujadas. Todo eso, a pocos días de su show junto a Whitesnake en el Estadio Hípico.

Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.

Los velorios son las ceremonias más complejas: un manto de tristeza envuelve a los familiares y amigos del fallecido, que se acuesta impune sobre un ataúd. Ese cuerpo, que antes respiraba y sentía, ahora debe ser maquillado para que pierda el aspecto cadavérico y esté presentable.

¿Pero qué pasa cuando lo que se muere no es un ser humano? ¿Cómo se enfrenta el duelo de algo que ya se tragó el pasado? Créase o no, la banda sueca Europe tuvo su ceremonia mortuoria. Tranquilos: el cantante Joey Tempest, el guitarrista John Norum, el tecladista Mic Michaeli, el bajista John Leven y el baterista Ian Haugland gozan de una salud extraordinaria.

Lo que sepultaron no fue ningún cuerpo, sino su propio sonido. Su pasado. Las cenizas de lo que eran en los ’80s, cuando se convirtieron en una de las bandas más convocantes del rock y vendieron millones de placas. Y aunque parezca raro, la ceremonia realmente tuvo lugar, y nada menos que en un estudio de Estocolmo. 

“Fue muy extraño -admite el propio Tempest, riéndose en su cuarto de hotel brasilero-. Estábamos grabando un tema instrumental con Kevin Shirley, que quedó en ‘Bag of Bones’ (2012). Nos despedimos de los teclados antiguos, de las viejas técnicas de grabación, y de todo lo que representaba aquella época en términos de sonido. Queríamos producir como en los ‘70s: de manera rápida, en vivo y alrededor de la batería. La idea, de ahí en adelante, era componer y tomar las decisiones sencillamente, para que el proceso fuera emocionante”. 

Joey jamás se va a olvidar de ese funeral. “Nos agarramos las manos, las pusimos en nuestros corazones y dejamos que sonara ‘Requiem’ (la canción en cuestión). Fue el velatorio del Europe del pasado -describe-. Lo tengo filmado, así que quizás lo suba en algún momento. En cierta forma fue una broma, pero también hubo mucha seriedad: ‘Bag of Bones’ arrancó un capítulo nuevo para nosotros”. 

Y no es que las dinámicas personales hayan cambiado exageradamente. El grupo sigue siendo exactamente el mismo desde antes de la grabación de “The Final Countdown” (1986), su tercer álbum, que los llevó a la verdadera masividad. ¿Lo que sí se modificó hasta su onceavo y último disco? La manera de trabajar.  

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“Componer se me volvió mucho más fácil en los años pasados, porque todos tienen ideas geniales y nos sentimos muy agradecidos. Ya no discutimos sobre quién escribió cada cosa -dice el vocalista, en referencia a la madurez-. Probamos todas las ideas, y las mejores perduran. Nos suele pasar que, en un disco, trabajamos en veinte o treinta canciones. Diez brillan, y se convierten en las puntas de lanza”. 

Ese, coincidentemente, es el número de temas de “Walk the Earth” (2017). Fue la segunda vez con el productor Dave Cobb -luego del aguerrido “War of Kings” (2015)-, aunque tuvo una particularidad: se grabó en los míticos estudios Abbey Road. 

-John Norum llegó con las ideas de “GTO” y “Haze”. ¿Cómo trabajaron el resto de las canciones?

-Él se sumó más tarde al proceso, así que ambas se gestaron al final de los ensayos, o incluso en el estudio. Cobb nos ayudó bastante, y fueron creaciones espontáneas. En general, con John Leven y con Mic Michaeli tenemos una forma diferente de escribir: nosotros tres grabamos horas y horas de jams, las escuchamos y cortamos lo “mejorcito”. Así que hay un montón de métodos, pero yo me abrí bastante. Antes componía el 80% o 90% de los temas, porque me encantaba. ¿Sabés que pasa? Estos tipos son virtuosos con sus instrumentos, ¡yo no! (risas). Estaba más interesado en escribir, incluso a los diez u once años. No me sentaba a tocar doce horas por día, como John Norum. Más bien juntaba acordes y escuchaba a David Bowie, Elton John y Mott the Hoople; y trataba de encontrar los ingredientes de una gran canción. Y luego apareció Deep Purple. Pero recapitulando, hoy me encanta componer con mis compañeros. Se están volviendo cada vez mejores.

-En una entrevista dijiste que con el disco fueron a lugares que nunca habían explorado (como “Wolves”), y que no lo hubieran hecho en el pasado. ¿Por qué?

-Bueno, nos pusimos cómodos mientras más trabajábamos con gente que queríamos. Por ejemplo el productor; y nosotros dentro de la propia banda, que ganamos experiencia. Giramos un montón y ya no le tememos a nada. Pensamos: “esta idea es realmente extraña, pero intentémosla”. Es el coraje de hacer algo distinto, y al tener oficio podemos encararlo con convicción y calidad. Básicamente, hay temas como ese, “Turn to Dust” y “Haze”, que son más extremos. En otra época nos hubiéramos quedado en nuestro lugar de confort, y dentro de ciertos parámetros. Ahora dijimos: “¡Qué carajos! Probemos ideas más raras”. A veces resulta bien, y “Wolves” es genial.

-O sea que, de alguna forma, eran ustedes mismos los que se “censuraban”.

-Sí, pero automáticamente. Aunque hagamos lo que queremos, estamos limitados porque somos cinco personas -más el staff-, y por nuestro pasado. Es muy liberador explorar e ir a lugares locos. Hoy lo siento como un círculo que se cierra, porque cuando hicimos el primer disco (1983) y “Wings of Tomorrow” (1984) estábamos muy frescos y naives, probando todo. Acá tuvimos el mismo sentimiento. Las bandas de rock necesitan de la autenticidad, la espontaneidad y el “intentemos cualquier cosa”. Y fue lo que hicimos en los últimos tres álbumes: nos metimos en esa sintonía. 

-“Turn to Dust” era una idea original de Mic Michaeli, pero no la pudieron concluir hasta que la tomaste vos. ¿Qué le faltaba?

-(Piensa). Sentíamos que no estaba progresando, él tenía el riff hacía diez o quince años, y lo habíamos probado un montón de veces. Intentamos que evolucionara con jams y zapadas, sin resultado. Y en Abbey Road, con este disco, fue el momento justo. Tiramos ideas con Cobb y los demás, así Mic podía completar su “masterpiece”. ¡Queríamos que terminara el tema de una vez! (risas). Todos pensamos que era la oportunidad perfecta.

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-Tu primera idea era que el álbum fuera conceptual, porque había canciones relacionadas con la política. ¿Por qué descartaste ese enfoque?

-Fue una visión que me surgió al principio, apenas arrancábamos el disco. Justo pasaban un montón de cosas en el mundo: las elecciones en los Estados Unidos, las de Inglaterra… hasta tuve reuniones con un profesor de historia, y hablamos sobre la evolución de la democracia. Me metí seriamente con eso y escribimos la música, pero a la mitad me di cuenta de que éramos una banda de rock, y que no quería ser demasiado tosco. Buscaba que también estuviera la diversión, y de ahí salieron temas como “GTO”. Es “poesía rockera”, realmente. Me gusta mezclar los tantos, porque a veces los discos conceptuales son demasiado suntuosos y se pierde lo entretenido. A nosotros nos gusta interactuar con nuestros fans y mantener el rock and roll.

-Y no podrías haber agregado una canción de amor, por ejemplo…

-Exacto. Si te lo tomás como una «obra», tenés que hacer que todo gire alrededor del tópico que elijas. Por eso empecé a escribir más temas rockeros.

-Tu posición quedó reflejada en la letra de ”Election Day”, en la que hablás de un “banquete de mentiras”. ¿Cómo ves la democracia hoy, que ya pasaron dos años? 

-Mirá, justo pensaba en los artistas que se meten en la política, así que voy a ser cuidadoso. En la actualidad, el mundo es un lugar extraño para vivir. Pero quizás pasó para que podamos juntarnos, recalibrar y encarar hacia adelante. Ojalá que sea la manera de que todos avancemos. Trato de verlo de esa forma. Y no quiero meterme en detalles sobre el Brexit, pero si te fijás en mí, soy un músico que ama salir de gira y que va a todas partes. Abrazo a cada país y a sus fans, adoro viajar y me encantaría ir por el planeta sin un pasaporte. Soy un ciudadano del mundo, y la idea de “cerrar” los países va en contra de mi forma de pensar. Para el progreso de la sociedad, sería mucho mejor que todos estuviéramos más integrados.

BORRÓN Y CUENTA NUEVA

De los géneros musicales que sufrieron en los ‘90s, el glam y el hair metal fueron los más afectados. La oleada del rock alternativo y el grunge barrió con todo, y muchos grupos tuvieron que reconvertirse o simplemente se disolvieron. Europe fue uno de ellos: “Prisoners in Paradise” (1991) no entró en los charts estadounidenses, algo poco común para una banda que venía de lanzar dos multiplatinos. Al tiempo, el grupo se separó.

-En esa época te recibieron bastante mal en las oficinas de la CBS. Incluso pusieron un álbum de Pearl Jam en el escritorio, y te dejaron en claro que Europe les importaba poco. ¿Cómo te cayó?

-Era extraño ver cómo los sellos grandes se trasladaban a Seattle y a lo que escuchaban los adolescentes. Había una atmósfera “de cambio”, con Rage Against the Machine, Pearl Jam y Stone Temple Pilots, ese estilo. Y en realidad a nosotros nos gustan mucho esas bandas, pero fue una transición rara. Sentimos que si no éramos apreciados ahí, íbamos a seguir nuestro camino y a trabajar con gente que nos quisiera. En la “nueva era” -se refiere al regreso de 2003- encontramos personas con respeto mutuo, y que conocen nuestra música a fondo. Desde que sacamos “Start from the Dark” (2004), ya no dejamos que las grandes discográficas tengan ese control sobre nosotros. Aunque fue un período difícil estuvo genial que salieran bandas como Guns N’ Roses, porque llenaron un vacío. Los vi en 1988 en el Estadio de Budokan, en Tokio. Nosotros tocamos dos noches y ellos una, y fuimos de fiesta a uno de los bares de moda. Eran cools porque, al margen de hacer algo distinto, tenían un pie en el rock clásico. Incluso Metallica se volvió así, con el “Black Album” (1991). Pero el grunge se alejaba mucho de nosotros líricamente, en la producción y en el sonido.

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-Totalmente. ¿Y hoy le ves algo de positivo?

-Lo genial fue que tuve un tiempo para esconderme y hacer un disco solista (“A Place to Call Home”, de 1995). Aprendí a escribir canciones con un nivel más profundo, y exploré a Neil Young, Jackson Browne, Bob Dylan, Bob Marley, Randy Newman y Jonni Mitchell. Eso también me ayudó en los nuevos discos, porque estamos juntos desde hace más tiempo que en nuestro primer ciclo. Quizás fue bueno que llegara el grunge, porque el rock era muy predecible, con los típicos clips y ese sonido “gigante”. La música que me gusta ahora se basa en los métodos de grabación de los ‘70s, y ya no me atraen los ‘80s. Obvio que hubo grandes discos como “Back in Black” (1980), pero es importante tener bandas como Greta Van Fleet o Whisky Myers, de Texas. Y obviamente Rival Sons, que produjo Dave Cobb. Todo eso es setentoso y espontáneo, con el espíritu de hacerlo acá y ahora. Obviamente que hay que usar los micrófonos correctos, una buena consola y la gente adecuada, pero sin sobreproducir ni pulir.

-Y Audioslave es una de las bandas que tienen de referencia en el estudio. Casualmente, estaba compuesta por miembros de Rage Against the Machine y de Soundgarden…

-Oh, sí. Siempre que nos juntamos con un nuevo productor o ingeniero les pusimos ese ejemplo. Tanto cuando conocimos a Kevin Shirley y a Dave Cobb, e incluso a Stefan Glaumann, que trabajó con Rammstein y mezcló “Secret Society” (2006). Se los mostramos como nuestra referencia de rock bien grabado, porque tiene punch, es orgánico y te vuela la cabeza. Es importante que haya un punto de partida, para sonar lo mejor posible.

EL LENTO CAMINO A LA CIMA

Más allá de que Europe haya reactivado su carrera hace más de quince años, Joey Tempest dice que la prensa recién empezó a prestarles atención a partir de “Bag of Bones” (2012) y “War of Kings” (2015). Ahí fue cuando la crítica musical notó que, en lugar de querer revivir viejas épocas, iban por nuevos sonidos y canciones.

“Es un tema de exposición -opina el sueco, del otro lado de la línea-. Lo que escuches entre los quince y los treinta te va a acompañar durante toda la vida, y hoy es difícil mostrarle a la gente que somos una banda diferente. Algunos países se prendieron lentamente y otros lo aceptaron más fácil, pero está funcionando. Por eso mezclamos las cosas: en vivo tocamos muchos temas nuevos, y nos sirve. Recibimos muchas ofertas para dar shows, así que tenemos suerte”.

Y si alguien descree de Tempest, sólo tiene que fijarse en las estadísticas. Por ejemplo, el concierto de 2017 en el Teatro Gran Rex contó con ocho canciones de su segunda etapa. Con esto en mente, es acertado pensar que en 2020 podría haber un nuevo disco de Europe.

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“Cada tanto hacemos un ‘Sunday Club’, que significa que todos nos mandamos una idea un domingo, y el resto de la semana trabajamos y nos pasamos los resultados. Nos sirve cuando no giramos, porque yo vivo en Inglaterra y el resto en Suecia. Supongo que ese método va a surgir nuevamente el año que viene, que vamos a escribir seriamente. Ya lo habíamos incorporado durante ‘War of Kings’ e incluso ‘Bag of Bones’. En general nos tomamos seis meses para componer, grabamos en sólo quince días y luego mezclamos en un par de semanas”.

-Incluso convenciste a tus compañeros de grabar en Abbey Road, porque quedaba cerca de tu casa. ¿Creés que podés llevarlos de nuevo a un estudio inglés, y no trasladarte vos?

-(Risas). A mí me encantaría que pasara en Londres. Fue genial, porque podía estar con mis dos hijos y mi familia. A la mayoría de los discos los hicimos en los Estados Unidos, Suecia o Suiza. Ahí tenía que estar alejado varios meses, así que fue placentero grabarlo en mi casa. Presiento que al próximo lo haremos en Norteamérica, porque se nos viene una gira por ahí y quizás aprovechemos para trabajar con Dave Cobb.

-Volviendo a los shows: llama la atención que nunca toquen la intro icónica de «The Final Countdown», y que la reemplacen con pistas. ¿Cuál es la razón?

-Es verdad. Queremos ese sonido, para que esté la atmósfera original del álbum y que suene más “suntuoso”. Nos pasamos un montón de tiempo en los estudios Fantasy grabando esa parte, con muchísimos teclados y un gran empeño. Así que nos gusta tenerlo como backing track para recrear el ambiente, y porque preferimos el sonido real.

-Igual el como si el tema estuviera embrujado. La única vez que no lo iban a tocar, en el Download, el show se canceló. Algo parecido les pasó hace unos días en Brasil, que no llegaron a los bises por la terrible lluvia.

-¡Sabés que sí! Nos mufó en el festival, así que decidimos no dejarlo de lado de nuevo (risas). Ahora estábamos muy cerca y nos complicó el clima. Todo se volvió una locura durante “Supersticious”: empezó a caer granizo y faltaban dos canciones. Parecían pelotas de tenis, y tuve que cantar con una toalla en la cabeza porque me caían arriba. Me dolía bastante, e igual seguimos. Yo no quería parar. Ian, Mic y yo estábamos sin un techo, pero los dos John pudieron correrse hasta las consolas. Al final se cortó la luz y ya no era seguro, ni siquiera se podía caminar. Había demasiado hielo, como diez o veinte centímetros sobre el escenario. El viento también pegaba fuerte. Incluso los teclados se llenaron de agua, así que nos preocupó que se hubieran roto, pero hoy los probamos y funcionaban. Así que no se preocupen: ¡ese tema nunca más va a faltar! (carcajadas).

Europe tocará el viernes 4 de octubre en el Estadio Hípico Argentino (Figueroa Alcorta 7285, Buenos Aires) junto a Whitesnake. Las anticipadas se consiguen a través de TuEntrada.com.

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