Martín Rodríguez y Walter Broide explican cómo desarrollaron el festival “Viaje de Agua”, que tendrá su cuarta edición en pocos días. También hablan de su próximo disco y del regreso relámpago de Los Natas.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
A principios del nuevo milenio, en Buenos Aires se gestaba una de las bandas más eclécticas y particulares de la escena. Era una combinación rockera, espacial e instrumental, pero sobre todo sensorial: se llamaba Poseidótica.
Para Martín Rodríguez (bajo), Hernán Miceli (guitarra) y Santiago Rúa (guitarra) ya pasaron unos cuantos años, y también varios discos. “Intramundo” (2005) tuvo como invitado especial a Walter Broide -baterista de Los Natas- en todas las canciones; “La Distancia” (2008) fue un álbum conceptual centrado en las relaciones humanas; “Crónicas del Futuro” (2011) tuvo un aura retrofuturista y “El Dilema del Origen” (2015) se centró en el fenómeno post-industrial.
Aunque eso es sólo un porcentaje de la cuestión: hubo cientos de conciertos climáticos, propuestas visuales innovadoras, llegadas al extranjero y el reconocimiento de sus pares. Todo eso los llevó a gestar su propio festival, que llamaron “Viaje de Agua” y que va por su cuarta edición. Hoy, la base rítmica del grupo se explaya sobre todo eso (¡y mucho más!).
-Martín, solés escribir los textos que acompañan los discos. ¿De dónde surge la inspiración? ¿Hay algún autor o película que haya influenciado esas historias?
Martín Rodríguez: La inspiración nunca es lineal, las fuentes siempre son diversas. Según mi visión, a veces te cae como un rayo, una señal, es algo que aparece, y muchas otras hay que forzarla, buscarla, trabajar horas la idea hasta convertirla en algo concreto. Incluso abandonarlo y continuarlo en otro momento. Eso aplica tanto para la música como para la escritura. Si bien soy sociólogo recibido en la UBA, lo cual me llevó a leer infinidad de libros, artículos y ensayos, me gusta mucho la literatura y también redactar. Escribir, como tocar, es un ejercicio, que precisa de disciplina y paciencia, pero sobre todo son fundamentales la sensibilidad y la creatividad. Las influencias siempre fueron miles, por suerte se fueron renovando. En una época estaba enganchadísimo con la ciencia ficción: autores como Ray Bradbury, Ursula K. Le Guin, Isaac Asimov, Philip K. Dick; pasando por literatura argentina, desde Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Borges, hasta El Eternauta de Oesterheld; o cosas más ligadas al existencialismo. No sé, podría nombrar millones. Lo último que me voló la cabeza fue la película “Solaris”, de Tarkovsky, que recién la vi el sábado pasado. Es una gema imprescindible. Creo que también cada relato o disco fue influenciado por la vida misma: ya sea el fin de una relación amorosa o la pérdida de un ser querido.
-En general, ¿nace primero el concepto y luego la “narrativa”, o es al revés?
MR: Por lo general, primero la música. Ahí se va predefiniendo el leitmotiv del álbum, y la narrativa llega al final, para completar el sentido creativo de la obra.
-¿Cómo surgen los nombres de las canciones? Porque aunque algunas representen la búsqueda rítmica (como “Alunizar” y su aura espacial), hay otras que no guardan relación con lo que sucede instrumentalmente.
Walter Broide: Elegir los nombres de los temas es un lindo proceso. Generalmente, primero la misma música nos dispara un punto de partida imaginario. A esto lo hacen las melodías y los ritmos: después de tocarlos y encontrar su propia identidad, empiezan a caer algunas ideas de nombres relacionadas con ese imaginario, que nos hace de guía a los cuatro.
-Y cuando las tocan, ¿se conectan con esas imágenes?
MR: Siempre tratamos que la canción y el título tengan una relación. Después, en el ensayo o en los shows, puede pasar cualquier cosa por la mente. Lo más lindo de la música es dejarse llevar, echar a volar la mente y que tu pensamiento se disuelva totalmente en la marea sónica.
EL SUEÑO DEL FESTIVAL PROPIO
-El agua está en casi todos sus discos. Por nombrar ejemplos, hay canciones como “Anfibio”, “Hidrofobia”, “Acuático”, “Aquatalan”, o la propia “Viaje de Agua”. ¿Qué les atrae de ese elemento?
MR: Sí, es recurrente desde los inicios. Lo primero que nos pegó en ese sentido fue “Delmar” (1998), de Los Natas. Recuerdo la primera vez que los fuimos a ver: éramos re pendejos, y Walter nos explicó el sonido del álbum. Nos quedó picando eso de que “Delmar” estaba más ligado al agua. En nuestros primeros años nos enroscamos mucho con eso, y teníamos una sonoridad “submarina” que quedó plasmada en “Intramundo” (2005). Después fuimos rumbeando hacia otras latitudes, pero aquella reminiscencia líquida y cristalina siempre reaparece. Supongo que nos pega por diferentes lados: desde la geografía, pensando en mares, lagos, ríos… o el hecho de que sea un recurso vital para el planeta, como algo ecológico, de preservación. También tiene un costado físico, ya sea con lo líquido e intangible; o las sensaciones, como sumergirse y que sea un estado muy distinto al de afuera.
-¿Y por qué decidieron llamar así al festival?
MR: Fue medio casual. Es una canción que nos gusta mucho y que siempre es muy bien recibida, y nos parecía que cuajaba perfecto con la propuesta: fresca, descontracturada. Creo que fue una elección más estética que conceptual, aunque está claro que pensamos cada edición del festival como un viaje.
-Hace poco, Martín contaba que el Lollapalooza fue una especie de inspiración para el ciclo. ¿En qué sentido ven similitudes?
WB: Creo que la única semejanza que encuentro es la palabra “festival” (risas). Nuestra propuesta es distinta desde lo conceptual, y también por la forma de hacer llegar la música al público. La diferencia está en varios puntos, y pusimos mucho esfuerzo en que el “Viaje de Agua” sea un oasis de verdad, de compañerismo y de igualdad. Somos distintos en el encare comercial: prevalece la coherencia sobre el profit. Ponemos una entrada muy muy accesible, con la clara intención de que el dinero no sea un limitante para acceder a tremendo espectáculo.
MR: Yo más que nada pensaba en el primer Lollapalooza, que igualmente era multitudinario al lado de nuestra movida. Ellos tenían artistas que rotaban en MTV, y toda la bola. Veo el nexo en armar un festival desde un “lugar alternativo”, con un espacio para mostrar otros sonidos y al mismo tiempo ser convocantes, salvando las distancias. Bajo ningún concepto podría comparar el espíritu de nuestro festival con la versión actual del Lollapalooza, en eso estoy de acuerdo al 100% con Waldo. Pero sí encuentro referentes en el Woodstaco, un festival chileno al que fuimos a tocar por primera vez, que es como un Cosquín pero verdadero, y autogestionado por un equipo de gente joven. Fue realmente alucinante, una lección de cómo hacer las cosas bien, más allá de que estén en un nivel superior, ya que llevan más de diez ediciones y dura varios días en el medio de la nada. Al “Viaje de Agua” lo puedo relacionar con la sensación comunitaria de disfrutar de una escena genuina, auténtica, cero careta. Las personas que van se sienten parte del festival, no son meros asistentes, y flota una especie de armonía cósmica.
-Es la cuarta edición del festival, y seguramente pasaron experiencias de todo tipo. ¿Qué aprendieron -para bien o para mal- al ponerse en lugar de productores, más allá de que también organicen la mayoría de sus fechas?
WB: Como bien decís, es una formación constante. Tenemos la suerte de ser un equipo de amigos compacto y con capacidades diferentes, lo que nos hace un buen grupo de trabajo. Encontramos las mieles del “hacelo vos mismo”, y nos ocupamos personalmente de todos los detalles. Eso nos da una tranquilidad extra, y además tenemos buenos resultados. La verdad es que no tuvimos practicamente ningun problema, los hicimos a todos sin stress y con muchísimas ganas. El festival nos representa como personas, y desde ese lugar construimos todo con paciencia y dedicación, para irnos con un abrazo de todas las bandas que participan y del público. Eso pasó en todas las ediciones, y nos marcó una pauta de que íbamos bien.
-Como músicos, deben haber conocido todo tipo de productores y venues. Al encarar este festival, ¿tratan de volcar eso para darles tratos de más “calidad” a sus colegas? Porque se nota que los artistas se van realmente contentos…
MR: ¡Que bueno que se perciba! Sí, claramente es la idea principal. De hecho, así toque la máxima estrella de la galaxia, el trato es igual para todos/as: los camarines son compartidos, nos ocupamos de que no falte comida ni bebida, que haya un clima agradable y que todas las bandas tengan las mismas condiciones para tocar. También buscamos que el público esté cómodo, que se sienta respetado y que venga a pasar un buen momento en un lindo lugar. Creo que no es algo que hayamos implementado solamente ahora, es nuestra forma de ser. En cualquier lado donde tocamos, vamos con la mejor onda. Pero es cierto que en el festival podemos plasmar esa sensación por completo, para que se multiplique.
-¿Cuán difícil es ponerse en el rol de productores, después de haber estado tanto tiempo del otro lado?
MR: Por mi naturaleza es algo que me gusta, y con los años aprendí que siendo independiente y haciendo este tipo de música, el mejor camino era gestionar movidas pacientemente e ir buscándole la vuelta, con creatividad y entusiasmo. Con Waldo, especialmente, nos llevamos muy bien con la parte organizativa. Pero en realidad los cuatro Poseidótica conformamos un equipo fuerte, y nos vamos repartiendo las tareas. ¡No es fácil! Sería hermoso poder dedicarse sólo a la música, pero es la manera en que nos sale, y al menos nos permite tener cuidado especial sobre todos los aspectos del grupo.
MUTACIÓN CONSTANTE
-Acaban de lanzar “Reconstrucción”, que habían estrenado en vivo este año. Muchos músicos dicen que, al testear las canciones, las melodías y arreglos van cambiando. ¿Les pasó con este tema?
WB: Es un clásico. Cuando llega una canción nueva, lógicamente va tomando su color y su estructura. Pasa que, como un buen vino, el tema madura, se asienta y se despliega en todas sus texturas. Nosotros, como músicos, incorporamos en cada show algo que lo va moviendo hacia su lugar final. Cuando se graba un disco, generalmente la música está muy fresca, pero al tiempo todo mejora y se encuentra el punto justo. De todas formas, creo que una de las grandes bondades de la música es que podés variar los temas con cada ejecución, destacando variables humanas. Influye por ejemplo cómo te sentís ese día, la manera en la que conectás con los demás y varios etcétera. Eso hace que, de alguna forma, cada vez que toques tengas algo nuevo para ofrecer.
-Más allá de que tienen pensado subir otras canciones en formato digital, ¿creen que pronto habrá un disco de estudio? Porque Poseidótica es una banda muy conceptual, y cada álbum es una obra en sí misma.
WB: ¡Sin dudas! Estamos ya avanzados en el álbum y su concepto, pero algo que nos caracteriza es esperar el momento para que la música diga “ya está”. No tenemos obligación ni apuro por sacar el material: en nuestro caso toma el tiempo que sea y nos armamos de paciencia. De todas formas, a nivel compositivo fue un año muy bueno para nosotros. Tenemos muchas ideas pre-producidas y un concepto que se está manifestando con fuerza, así que no dudo que pronto saldrá un nuevo disco.
-Walter, esta es una pregunta inevitable: hace poco se juntaron Los Natas, luego de ocho años, para tocar en una fiesta. ¿Cómo fue ensayar con tus excompañeros, y qué sentiste al volver a hacer esas canciones con ellos?
WB: Ese “no-retorno” se dio en un marco especial: era el casamiento de Patricio Claypole, nuestro ingeniero de grabación y en vivo por muchos años. Fue un pedido insistente, algo incomodo, pero sucedió. No hubo ensayo previo, sólo nos subimos y salieron ocho temas sin pensar, casi como si hubiésemos seguido tocando todo este tiempo. Personalmente, me revolvió un poco el espíritu. Me fui algo confundido, pero me emocionó mucho haber tocado los temas. Igual no pasó de ahí.
-Y más allá de que todas las fichas estén puestas en Poseidótica, ¿ves posible un show de Los Natas en el futuro próximo?
WB: Lamentablemente el factor humano no se resuelve, y para mí es el 90% de la historia. Así que no veo posible otro concierto en el corto plazo.
-En 2020, Poseidótica va a cumplir dos décadas. ¿Tienen pensado algo especial para celebrarlo?
MR: ¡Esperamos poder hacer el quinto Viaje de Agua! También tenemos ganas de expandir el festival a otros países, sobre todo a Chile y Uruguay, donde este año nos fue super bien, y seguir ampliando horizontes en Latinoamérica, además de girar por la Argentina. Digamos que el objetivo primordial es el quinto disco de estudio, y seguramente habrá un gran festejo por los veinte años.
-Dado que aumentan la vara en cada show (con los invitados, las puestas en escena y el vestuario), ¿cómo le hacen frente al desafío de superarse? ¿Se autoexigen mucho?
MR: La verdad es que lo vamos viviendo con naturalidad. Siempre tratamos de ofrecer algo distinto, más que nada para no aburrirnos, ya sea en un lugar gigante o en el -Centro Cultural- Richards, donde hicimos dos funciones íntimas y propusimos distintos formatos. Creo que, en el ámbito donde más nos pesa la autosuperación, es en la fase compositiva. Realmente queremos ofrecer algo distinto, y no una repetición de lo que ya hicimos. Eso implica un trabajo muy fuerte puertas adentro, de tirar ideas y frustrarse, ¡hasta que de pronto la magia sucede! Por suerte estamos bien encaminados, y confío en que el próximo disco se convierta en una instancia superadora de todo lo anterior.
El festival Viaje de Agua IV se llevará a cabo el sábado 5 de octubre en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, Buenos Aires). El lineup se compone por Massacre, Poseidótica, Sauron, Marina Fages, Translúcido, Lucy Patané, IAH, Los Tábanos Experience (Chile) y Los Llanos.