El precursor del stoner rock charla sobre la influencia del desierto en Kyuss, Fu Manchu y su proyecto solista, con los que editó casi treinta discos. También recuerda cómo la música lo sacó de la depresión y desmenuza sus últimos álbumes, antes de tocar esta noche en Uniclub.
Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.
«Siempre pensé que la energía femenina era la más poderosa y superior -explica Brant Bjork del otro lado del teléfono-. Cuando estudié la filosofía asiática, especialmente el taoísmo, entendí que era porque ellas podían curar. Las mujeres fueron nuestras maestras desde siempre. Dejan que los hombres controlemos el mundo, como diciendo: ‘Ok, ¿se creen tan grandiosos y geniales? Entonces háganlo’. Y así nos va».
La reflexión del músico no es aleatoria: llega unos meses después de que haya salido su duodécimo disco. ¿El título? Justamente, “Mankind Woman” (2018). A lo largo de once canciones, el multiinstrumentista creó una pieza sólida que, por momentos, puede interpretarse como un homenaje a las mujeres.
Pero aclara: «No soy un ‘activista’ del feminismo ni nada, lo pienso desde un lugar más espiritual y orgánico. Son mis visiones como artista, que no creo que difieran de lo que se contó en la historia del blues, el jazz y el rock and roll. Básicamente, fueron hombres diciendo que ellas eran asombrosas”.
-Y te defraudaste con la última elección estadounidense, cuando “perdieron la posibilidad” de tener a la primera presidente mujer. ¿Cómo te sentís ahora, que el ciclo de Trump está más cerca del final?
-Nunca sabés… quizás gane de nuevo y lo tengamos otros cuatro años. Hillary (Clinton) hubiera sido una gran mandataria. Aunque muchas de sus políticas no me parecían tan buenas, y a veces eran peores que las de otros candidatos, hubiera sido muy saludable tener a una mujer como la cara visible de Norteamérica. Lo mismo pasó con Obama, siendo un descendiente africano y representándonos. Pienso que, incluso, le escapa a la política. Tiene que ver más con el liderazgo, y la diversidad debe ser parte de esos roles. Los presidentes no deben por qué seguir el mismo estereotipo.
Aunque Brant Bjork entró al estudio por última vez para “Mankind Woman”, en 2019 lanzo “Jacoozzi”, un álbum cuasi-experimental que había grabado y archivado en 2010. El músico -que fue baterista de Kyuss y Fu Manchu- explica: “No me faltaban las ganas de sacarlo. Si completo un disco, lo más probable es que quiera mostrárselo al mundo. Simplemente no había un contrato con un sello acorde, y en ese momento no tuve la motivación para salir a buscarlo. Me conformé con ponerlo en la estantería, como decimos acá. Pero a través de los años, las cosas cambiaron en el rock underground, y se presentaron muchas propuestas que encajaron con ‘Jacoozzi’, que simplemente no estaban. Fue complicado para mi paciencia, pero salió bien”, se ríe.
-¿Y qué se modificó en la escena?
-(Piensa). Toco hace bastante, y viví eras muy interesantes: primero, la última parte de lo analógico, las grandes discográficas y la música como “negocio”, a fines de los ‘80s y principios de los ‘90s. Luego vi cómo la industria cambió, y en los ‘00s, colapsó y lentamente se reconstruyó. El rock creció, luego cayó, y así. Humildemente, creo que cuando nos juntamos y giramos por el mundo con “Kyuss Lives!” -junto a John Garcia, Nick Oliveri y Bruno Fevery-, muchos fueron a los shows y se dieron cuenta del público que había. No sólo para la música de Kyuss, sino abarcando este tipo de rock. Después de haber girado ese año y medio, empecé a ver festivales como el “Desertfest”, y más sellos especializados y bandas. Hicimos que mucha gente se diera cuenta de que realmente existía un interés, y los estimulamos a esforzarse por el estilo, porque valía la pena. Entonces se empezó a construir una nueva estructura. Siéndote honesto, un montón de compañías se acercaron después de eso. Nick Oliveri me habló de Heavy Psych Sounds, un sello de Italia que venía haciendo las cosas bien, y me dijo: “Mirá este CD que saqué, los tipos son geniales”. Entonces charlé con Gabriele -Fiori, dueño de la empresa- e incluso llevamos a su banda, Black Rainbows, de gira con nosotros. Las cosas se dieron naturalmente, y todo encajó.
-En una entrevista contaste que, mientras grababas “Jacoozzi”, pasaste por transiciones y desafíos personales. ¿Recordás cuáles eran?
-Sí. Me sentía quemado y agotado después de haber girado sin parar, y me estaba separando de mi exesposa. Pero también fue un nuevo comienzo: mi actual mujer estaba embarazada de nuestro primer hijo, así que hubo un montón de cambios. Para mí, ese álbum representa la muerte y la resurrección a la vez.
VOLVIENDO AL PRINCIPIO
Aunque Brant Bjork apenas tenga 46 años, su trayectoria es más prolífica que la de casi cualquier músico veterano. Además de haber sido el fundador y baterista de Kyuss (y compositor de temas como “Green Machine”, “Whitewater” y “Gardenia”); grabó en cuatro discos emblema de Fu Manchu (desde “The Action is Go”, de 1997, hasta “California Crossing”, de 2001), y luego vinieron proyectos como Mondo Generator, Ché, Vista Chino… ¡y sus trece álbumes solista!
El primero de esa última etapa fue “Jalamanta” (1999), uno de sus trabajos más reverenciados, que en septiembre recibió un tratamiento deluxe: fue remezclado junto a Tony Mason, el ingeniero de sonido original. “Gran parte del placer fue volver a esas cintas, y estar sentado con él en su estudio en el desierto -señala Bjork desde Los Ángeles, justo antes de subirse al avión que lo traerá a Sudamérica-. Cuando lo compuse ni siquiera sabía si iba a grabar otro álbum, y mucho menos que iba a seguir una carrera solista. Entonces, escuchar eso hoy con todo lo que pasé, es mágico”.
-Cuando hacés un disco, te gusta que se sienta anclado a determinada época. ¿Creés que sucede con “Jalamanta”?
-Oh, sí, absolutamente. Es lo lindo de las grabaciones: no mienten. Pasa cuando ponés una película clásica o un vinilo viejo. El arte se basa en capturar el momento, por eso no creo en componer “obras maestras”. Sólo el tiempo va a definirlo. Intento vivir el hoy, y que quede plasmado lo máximo posible lo que estoy pasando. Ese es el desafío de grabar: soltarse y que fluya. Es muy difícil, y todos los músicos van a coincidir en que, lo primero que quiere tu mente, es controlar la situación. Pero con “Jalamanta” lo logré bastante bien.
-Hiciste el disco mientras estabas en Fu Manchu, y contaste que Scott Hill te enseñó cómo se lideraba una banda. ¿Qué aprendiste de él, específicamente?
-Kyuss no fue un gran grupo solamente por lo musical, sino porque éramos chicos jóvenes que no tenían un “cabecilla”. Éramos una “cosa”, una pandilla de pibes del medio del desierto, que juntamos nuestros talentos y salió algo poderoso. Fue muy orgánico y natural. Justamente porque no había un líder, cierta gente empezó a tratar de controlar todo. Entiendo que era difícil siendo jóvenes y naives, pero fue uno de los grandes motivos por los que Kyuss duró tan poco. Muchos fans se olvidan de que el grupo no estuvo activo demasiado tiempo (de 1991 a 1996), y esa fue la razón. Cuando me alejé, dije: “Bueno, voy a empezar mi propio proyecto, o sumarme a alguien”. Y pasó lo segundo. Scott me llamó y me dijo que necesitaba un baterista para Fu Manchu, y le contesté que contara conmigo. Él era claramente el líder, y yo estaba ahí, a su servicio. Fue un gran jefe: justo, inspirador, con buen sentido del humor y respetuoso. ¡Todo lo que no le faltaba a Kyuss! (risas). Una experiencia asombrosa, y tomé lo que aprendí para mi propio proyecto.
-Luego de dejar Kyuss te agarró una depresión muy profunda, y hasta vendiste tu batería. ¿Cuán relevante fue Fu Manchu para que salieras de ese estado?
-Oh, cien por ciento importantes, imaginate que eran mis amigos en la secundaria. Los dos grupos nos estábamos gestando al mismo momento, y aunque éramos jóvenes, nosotros fuimos más rápido. De alguna forma, estábamos avanzados en cuanto al management, a los tours y a sacar discos. De hecho, logré que nuestra representante en Kyuss también trabajara con Fu Manchu: Catherine Enny los llevó a la ruta y les consiguió un sello. Así que con estos últimos éramos como un grupo de hermanos. Yo era muy cercano a Scott, a Ruben (Romano, baterista), y a Mark (Abshire, bajista). Siempre había estado celoso de Fu Manchu, porque parecía una familia funcional. Eran como los amigos que ibas a visitar y notabas una armonía en las casas. Con Kyuss pasaba lo contrario, aunque ese factor hizo que la música fuera así. Entre nosotros cuatro no había muchos puntos en común: éramos, literalmente, un fenómeno natural (risas). Fue muy depresivo y frustrante que Kyuss haya sido tan grandioso, y a la vez tan incontrolable. Sin embargo, Fu Manchu significó una bendición.
-En ese interín incluso trabajaste de albañil, algo totalmente alejado de la música.
-Sí. Aparte de nosotros dos, no había otros grupos haciendo lo mismo. Podría nombrar a Monster Magnet y luego a Sleep, pero no giraban tanto. Cuando dejé Kyuss no sentía que me estaba yendo de una banda, sino de un sonido y un estilo de vida. Algo que había ayudado a crear; un movimiento, aunque haya sido pequeño. No era como la escena del pop o del funk, en donde existían otros grupos para sumarte. Por ende vendí todo, me sumergí en una depresión enorme, y como dijiste vos, laburé en la construcción. No tenía planes de volver al arte, estaba muy triste. Y tampoco imaginaba que Ruben y Eddie (Glass, guitarrista) se iban a ir de Fu Manchu para formar Nebula. Jamás lo vi venir.
-¿Realmente pensaste en no tocar nunca más?
-Sí, no sabía que iba a volver. Para mí, la música era Kyuss. Más que una banda, significaba mi vida. Era todo lo que conocía, hacía y me importaba. Por eso me golpeó tanto cuando vi que el grupo se había destruido, y especialmente desde adentro -se refiere, sobre todo, a los problemas con Josh Homme por el publishing y la composición-. Hubiera sido más “digerible” si nos hubiera matado un monstruo de un planeta exterior (risas). Para mí, fue lo más difícil de superar.
ARENA Y ATARDECERES
-Hace poco le pregunté a John Garcia, tu excompañero, si el desierto había sido tan importante para la música y el concepto de Kyuss. Me dijo que lo exageraron un poco, y que las canciones podrían haberse hecho en cualquier lado. ¿Coincidís?
-No, para nada. Estoy en desacuerdo al cien por ciento. Tiene derecho de opinar y no voy a intentar cambiarlo, pero no es lo que creo. Yo estuve directamente involucrado en la composición, y sé realmente de dónde venían las inspiraciones. Ahora bien, coincido en que podés tocar cualquier género en donde sea. Un ejemplo perfecto fueron las grandes bandas de reggae que surgieron en Gran Bretaña a fines de los ‘70s, como resultado de la colonización de Jamaica. De chico veía tocar a Yawning Man todas las semanas en el desierto, y me di cuenta de que si me conectaba con ese espacio, iba a influir en cómo abordaba mi instrumento y la manera en la que hacía música. También viví una especie de liberación… o más bien “entrega”. Me acuerdo claramente de haber dicho: “Man, necesitamos hacernos cargo de que venimos del medio del desierto”. Siempre pensé que los chicos de la zona éramos como un puñado de campesinos: estábamos en el medio de la nada, y “nuestro país” era el desierto. Ciertamente había un sonido y una atmósfera, y no necesariamente teníamos que aprovecharlos, pero yo quería hacerlo. Yawning Man abandonó el approach clásico del rock y tocaban lo que realmente sentían, lo que fluía en el ambiente. Ahí empecé a oír y a percibir desde las montañas al barro, así como los atardeceres y la influencia latina. Ellos me influenciaron para dejarme ser, ver qué salía y sumarlo a Kyuss.
-Recién mencionaste el reggae, y parece haber un paralelo: ambas comunidades (la jamaiquina y la de Palm Desert) no tenían una música que representara al lugar, hasta que ustedes la crearon…
-Sí, sí, exactamente. Pero sigo pensando en lo que dijo John, y me parece gracioso (risas). El arte siempre refleja un lugar, el que lo crea está en su hábitat y eso se plasma. Incluso con cosas que no se perciben naturalmente. El año pasado, en el medio de la gira de “Mankind Woman”, fuimos al museo de H. R. Giger -un diseñador y pintor distópico- en Suiza. Y claramente era muy místico, amante de la ciencia ficción y lo dark. Pero salí de ahí y vi el ambiente en el que vivía, y cobró sentido totalmente. Al conocer su obra, no me sorprendió para nada el lugar del que había venido. Aplica a cualquier cosa: los Beatles surgieron en Liverpool, y estoy seguro de que cuando hicieron sus últimas canciones, la gente dijo: “Ellos eran de acá”. Eso jamás se va. Siempre podés evolucionar, pero nunca perder tus raíces. Escuché y estudié un montón de música, pero en el núcleo permanece ese chico de trece años que creció en el desierto.
-Hay muchos mitos sobre las “Generator Parties” que armaban en el medio de la nada. ¿Por qué pensás que eran tan intensas?
-Tengo dos nenes, uno de siete y otro de nueve. Todo lo que quieren hacer es divertirse, y si no encuentran el entretenimiento, lo van a inventar. Muchas veces, eso va a convertirse en una mierda inapropiada, ¿sabés? (risas). Pero tratan de explorar, y era lo que nosotros hacíamos de adolescentes. Ese ambiente no nos proveía nada, y queríamos tocar nuestra música sin restricciones. O sea, juntábamos a esa gente llena de energía, creatividad, frustración, bronca, alcohol y drogas; incluyendo a chicos que llegaban de otros pueblitos. No había adultos: si aparecía alguno, tenía menos de treinta, y probablemente distribuía el alcohol (risas). Recuerdo muchas historias, y seguramente otras se perdieron por razones obvias. Era realmente primitivo, y surgieron muchas peleas, con heridos, accidentes de autos y muertos. ¿La contracara? Que también se generaron amistades y buenas anécdotas.
-¿De verdad falleció gente?
-Oh, sí. No sucedía siempre, porque hacíamos lo mejor para que no pasara, pero sí hubo eventos desafortunados en donde las personas se subieron a un auto y murieron. No era muy diferente de lo que ocurría en otras fiestas.
WELCOME TO BUENOS AIRES VALLEY
Más allá de que el norteamericano se encuentre en uno de los momentos más prolíficos de su carrera, en 2018 sufrió uno de las peores desgracias para un músico: le robaron todos los instrumentos y equipos mientras giraba en Gothenburg (Suecia). Pero también tuvo un lado positivo, porque cientos de fanáticos de alrededor del mundo juntaron dinero para que el grupo pudiera reemplazar sus herramientas de trabajo.
“Ese gesto hizo que todo el laburo valiera la pena -reflexiona Bjork-. Logré una carrera musical no solamente por el esfuerzo, las ambiciones y algo de talento, sino también por la gente que me sigue y apoya. Es una relación simbiótica. Fue desafortunado que nos hayan desvalijado, pero pude ver directamente cómo mis fans estaban dispuestos a dar todo para que la fiesta continuara. Me siento muy agradecido, y en efecto, lograron que la diversión siguiera”.
Pero ahora le toca el turno a Sudamérica: esta noche, Brant Bjork tocará en Uniclub, luego de haberse presentado en Brasil y antes de pasar por Chile. Su grupo, con el que debutará en la Argentina como solista, está integrado desde hace años por Dave Dinsmore (de Unida y Ché) en bajo, Bubba Dupree en guitarra y Ryan Güt en batería.
“Vamos a enfocarnos más que nada en ‘Mankind Woman’, y también haremos temas de ‘Jalamanta’, por el aniversario -subraya Brant-. Además, siempre elegimos a dedo muchas canciones del resto de mi material. Tocaremos una hora y veinte o un poco más, dependiendo del público. Cada noche es distinta, pero el objetivo se mantiene: pasar un lindo momento y tenerlos a todos grooveando”.
Apenas regrese de la gira sudamericana, Bjork entrará una vez más al estudio, y planea que su decimocuarto álbum salga en la primera mitad de 2020. Sin embargo, aún no hay un concepto o línea definida. Incluso, tampoco existen canciones ni letras. Así es el mundo de Brant.
“No tengo procedimientos formales para armar un disco. Cuando me siento inspirado, junto un puñado de riffs e ideas. Tengo miles, y cada tanto vuelvo y agarro un par de piezas que siento que van a ser un buen bloque de concreto para los temas. Al surgir las primeras canciones, las demás empiezan a ‘responderles’, e interactúan naturalmente -finaliza, con entusiasmo-. Puede llevarme un par de días, semanas o meses, así que no tengo idea de qué va a salir. Mi vida es así: no hay un calendario estructurado para hacer los demos, pulirlos y entrar a un estudio. Cuando es el momento, agarro la guitarra y le digo a mi familia: ‘Bueno, nos vemos más tarde, tengo que ir a hacer un disco’ (risas). Hasta ahora, siempre me funcionó”.
Brant Bjork tocará esta noche en Uniclub (Guardia Vieja 3360), junto con Viaje a Ixtlan y Hoguera. Las últimas entradas se consiguen a través de Ticketek, y habrá un remanente en puerta.