Ed O’Brien, de Radiohead: “Si destruimos el mundo, los billetes no van a servirnos”

El guitarrista habla de “Earth”, su nuevo disco, y recorre el viaje de la banda hasta hoy. Un reportaje sincero sobre economía, depresión, magia, drogas y lo que pasa después de la muerte.

Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.

Camarines, fans, entrevistas, autógrafos, rutas, aeropuertos, sesiones de fotos. Incontables horas en loop. Saber que tu último disco, “Ok Computer” (1997), es un éxito en todo el mundo. Fama desbordante. Ganas de volver a casa. Tristeza. Sentirte perdido. Presiones internas y del entorno. Momentos que pasan como flashbacks, casi en modo avión. Y volver a empezar, otra vez, con ese mismo círculo.

A mediados de 1998, en el planeta hay una bocanada de júbilo por el Mundial de Fútbol de Francia, pero también por la llegada del nuevo milenio. Mientras afuera se respira esperanza y alegría, en Oxford, el guitarrista Ed O’Brien está acostado en su oscuro departamento. Cada día es igual, como en un repeat continuo. No deja de dar vueltas en la cama, y se siente en el punto más bajo de su vida. Consume drogas, alcohol y cigarrillos, que le calman el dolor y la ansiedad… por unos minutos.

Paradójicamente, Radiohead (la banda que fundó con el cantante Thom Yorke, el guitarrista y bajista Jonny y Colin Greenwood y el baterista Philip Selway) pasa por su momento más alto. En los círculos musicales se comenta que “Ok Computer” va a ser un clásico. Ed se da cuenta de que tiene que hacer un cambio, y va a ver a un terapeuta. Se siente bien por dos días, pero los otros cinco son una tortura peor. No le funciona, y el círculo vuelve a empezar. Hasta que se da cuenta de que él debe desactivar el modo repeat. Esta es la historia de ese camino.

UNA PANDEMIA SILENCIOSA

En mayo 2020 y desde su casa en Gales, el guitarrista -elegido por Rolling Stone como uno de los mejores de la historia- ya tiene la perspectiva para analizar su pasado. Después de haber sufrido coronavirus, es el primer día en seis semanas que se siente realmente bien. Se acomoda en su Mac, con las paredes ocre y su biblioteca de fondo, y mira a la webcam. “Había llegado a ese punto porque había puesto mi depresión a un costado. Siempre creí que mi rol en Radiohead era hacer de madre, e incluso mi relación con Thom, antes de formar el grupo, era de hermano mayor. Lo cuidaba mucho, y durante la gira de ‘Ok Computer’ él estaba muy deprimido, así que me aseguré de que se sintiera lo más cómodo posible. En primer lugar porque era mi amigo, pero también porque sabía que si él se caía, la banda se desmoronaba. En cambio, yo podía ‘ocultarlo’ y pelear con eso más adelante. Necesitaba ayudarlo, ¿pero sabés qué? Ni idea de cuán útil fui. En su casa tenía una vida completa”. 

-¿Y cómo era para vos?

-Justamente lo opuesto, volvía de los tours, sin novia, y me sentía muy solo. Era muy difícil porque creía que no podía hablar con nadie. Siempre había querido ser el más “fuerte” dentro del grupo, pero me di cuenta de que estaba deprimido. Ahí empezó mi verdadero viaje: el recorrido por encontrar la paz mental.

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En efecto, «Ok Computer» se convirtió en un emblema -fue elogiado incansablemente y recibió múltiples condecoraciones-, y la carrera de Radiohead siguió cimentándose con «Kid A» (2000), «Amnesiac» (2001), «Hail to the Thief» (2003), «In Rainbows» (2007), «The King of Limbs» (2011) y «A Moon Shaped Pool» (2016). 

En medio de eso, Ed continuaba siendo el co-escritor de las canciones del grupo y perseguía el camino de la sanación. Según la Organización Mundial de la Salud, hoy hay más de 300 millones de personas con depresión. Es una pandemia silenciosa.

“Muchísimos sentimos esto por años -dice el guitarrista mientras se acomoda en la silla-, pero la vida moderna y la forma de relacionarnos genera más gente enferma. Fijate en la comida procesada, la falta de ejercicio, las bebidas, el alcohol, el azúcar, los cigarrillos y las drogas. Todo eso hace que tu salud mental empeore. Si estás vulnerable, sensible o con problemas emocionales, el ritmo actual no te va a ayudar. Tenés que decidirlo vos, y plantearte sentirte mejor. Yo fui probando: primero corté con el alcohol y los cigarrillos, y arranqué a comer saludable y a ejercitarme. De alguna forma, la premisa fue alimentarme como lo hacían hace cien años, sin fast foods ni latas de Coca-Cola. Ocasionalmente, me permitía un vaso de vino o de té. Pero las cosas simples, las más sencillas, empezaron a sacarme de la depresión”. 

UN DISCO LUMINOSO

O’Brien, hoy con 52 años, sigue en Radiohead -con quienes ingresó al Hall of Fame en 2019– y volcó todo aquello en su primer álbum solista. “Earth” (2020) salió el 17 de abril, bajo el seudónimo EOB. Fue producido por Flood (colaborador de U2, Depeche Mode, New Order, Nine Inch Nails) y mezclado por Alan Moulder (Foo Fighters, Queens of the Stone Age, The Killers); y contó con invitados como Laura Marling, el baterista Omar Hakim, el guitarrista Adrian Utley y su compañero Colin Greenwood (que grabó el bajo en “Brasil”). 

Esta última canción, para Ed, delineaba el mayor desafío: no hacer necesariamente una placa melancólica, sino una celebración de lo aprendido. “Inevitablemente, el mensaje del álbum es ir de la oscuridad a la luz. Creo que, junto con ser padre, sigue siendo mi recorrido más importante. A veces puedo volver a sentirme depresivo o triste, pero es parte del viaje”.

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Un poco de esa recuperación se dio cuando llegó a Brasil en 2001, buscando un sanador. La experiencia fue tan grata que en 2012 volvió con su familia, y vivió en el interior del país sudamericano. Ahí, por ejemplo, se sorprendió con el carnaval de Río de Janeiro y las cosas simples.

“En mi vida conocí gente muy, muy rica, y me quedó claro que la plata no te hace feliz -dice-. En las favelas estaban mucho más contentos que cualquier millonario. Me parece que los magnates tienen miedo, y se agarran a lo material porque sienten que sino se van a derrumbar. Por eso precisamos reconstruir nuestro sistema y pensarlo a largo plazo, con nuevos políticos, para que sea sostenible vivir acá. Tenemos que prestarle atención a todos los seres vivos y a nuestro hogar, la tierra. Ahora estamos en medio de una pandemia, y no sé qué vamos a aprender, pero debería haber respeto, cariño, compasión y amor. Fijate cómo fueron los últimos cuarenta años: se centró todo en la plata, en los grandes negocios y en acumular guita. ¿De qué nos favorece, si estamos exterminando el planeta? Si seguimos así, vamos a extinguirnos en doscientos años, y tantos billetes no van a servirnos de nada”.

Ed lo dejó de manifiesto en “Banksters” (una conjunción entre “banker” y “gángster”), la primera canción que escribió para «Earth», justo después del colapso financiero y la burbuja inmobiliaria de 2008.

-¿Creés que algo mejoró desde entonces, o la letra sigue teniendo el mismo significado?

-Nada cambió, el sistema está más cagado que nunca. Ustedes, en la Argentina, lo vienen sufriendo desde hace muchísimos años. A ver, no soy estudiante de Economía ni de Ciencias Políticas, sólo leo cosas y formo mi opinión. Quizás este régimen sea positivo para un 1% de la población, pero no para los demás. Yo tengo suerte, porque estoy dentro de ese 1% e hice dinero con la música, pero todo el entramado es una mierda. Y creo que esta situación [en referencia a la pandemia] es el principio de la caída del sistema, porque más y más gente se da cuenta de que es insostenible vivir así.

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En el nuevo disco del guitarrista también hay lugar para los recuerdos. “Sail On”, por ejemplo, está dedicada a su primo, que murió mientras lo grababa. “Traté de reflejar lo que pasa cuando fallecemos. Nuestro cuerpo se va, pero el espíritu sigue. Me conecto mucho con eso: leo un montón sobre experiencias cercanas a la muerte, y usé melodías y palabras que me transmitieran esas emociones. Para mí fue muy triste y trágico -se quiebra-, especialmente porque le pasó a una persona joven y con una vida por delante”.

-Y basándote en lo que leíste, ¿qué creés que pasa cuando morimos?

-El cuerpo deja de respirar, no hay dudas; pero con el budismo, el hinduismo y el taoísmo aprendí que el alma persiste. Lo que realmente “somos” se mantiene. ¿Qué sucede exactamente? No sé, muchos se comunican con los espíritus y lo van a descubrir. Para mí, la idea de la reencarnación es razonable. Lo que dicen estas religiones es que, antes de que revivamos en el embrión de un bebé, elegimos a nuestros padres y las situaciones que vamos a vivir. ¿Por qué? Para que ese espíritu crezca lo máximo posible. Así que cada paso que damos es una chance de que nuestra alma evolucione. Por eso nos pasan determinadas cosas, como desafíos o dificultades: así nuestro interior va aprendiendo. Y cuando reencarnemos nos toparemos con obstáculos diferentes, porque vamos a necesitar crecer en otros aspectos.

-Justo con Radiohead tienen el chiste interno de que, si alguno se porta mal, viene la “Karma Police” a buscarlo…

-(Se ríe). Sí, tal cual. Mirá, soy católico de nacimiento, pero no me gusta la idea del “cielo y el infierno”. No creo que sea tan extremo, ni que caigamos en las tinieblas por hacer algo mal. Todos cometemos errores. Pero si no incorporamos nada, vamos a vivir lo mismo en las siguientes reencarnaciones… hasta que realmente aprendamos y podamos seguir nuestro camino. Es simple: si hacés esto, pasa lo otro. Causa y efecto.

-Mientras producías la canción madre de tu nuevo disco, “Olympik”, sentiste algo espiritual. ¿Por qué creés que pasó ahí?

-Ese tema siempre fue especial, desde que lo empecé. Cuando grabás, a veces hay un momento mágico, y todos lo perciben en el estudio. En la cuarta toma, nos miramos y dijimos: “Ok, esta es la indicada”. Es lo que en flamenco llaman “duende” (lo dice en español), la sensación de que hay algo vivo y mágico en el aire.

-¿Te habías sentido así en otros momentos?

-Sí, me acuerdo de “Let Down” y “Climbing Up The Walls”, de Radiohead. Las hicimos todos juntos y se generó esa electricidad casi hechizante. Si supiera cuál es la clave, la usaría sin parar; es lo que me mueve, en lo que estoy más interesado. A veces hay temas que tienen una estructura, pero las partes no encajan. Y de repente, mientras los estás tocando, ¡boom!, todo se ensambla y queda perfecto.

DE LOS PUBS A LOS ESTADIOS AGOTADOS

Radiohead Perform The London Date Of Their Trio Of UK Shows

Al margen de que la era “Ok Computer” fue una de las más complejas para la psiquis de Ed O’Brien, también admite que en ese disco encontró su lugar preferido en Radiohead: hubo más experimentación y arquitectura etérea, y brillaron sus atmósferas, delays, reverbs y texturas del noise rock.

“Ya había empezado a hallarme en temas como ‘Planet Telex’, de ‘The Bends’ (1995), porque mutábamos de un sonido guitarrero a algo diferente. Jonny dominaba las partes más heavies, pero en ‘Ok Computer’ hubo una profundidad que me hizo sentir en casa. Es lo que siempre amé. Los ensayos, cuando practicábamos y armábamos las canciones, fueron mágicos. Los tracks me salieron muy naturales, y aunque no diría ‘fáciles’, tenía el cronograma sonoro en la cabeza. No lo hablábamos tanto, pero yo intuía cómo iban a quedar las canciones y qué partes iba a meter”.

El guitarrista venía de escuchar dos odas a la experimentación: “Pet Sounds” (1966), de los Beach Boys; y “What’s Going On?” (1971), de Marvin Gaye. “Por ende estaba metido en esa cosa ‘espacial’, con melodías y partes disonantes, muy agudas o muy graves. Thom y Jonny, en cambio, se habían copado con ‘Bitches Brew (1970)’, de Miles Davis. Era un buen contrapunto. A mí me influenciaron tanto los que te nombré, que traté de recrear los sonidos que había escuchado ahí”.

-Un buen ejemplo es “No Surprises”, que como te remitía a tu infancia, la grabaste con la cejilla en el casillero 15. ¿Te sigue transportando a la niñez?

-Sí. Me había inspirado en las cajitas musicales de los chicos, pero lo hice casi sin pensar. Thom tocaba sus acordes normales, y como yo tenía incorporadas las campanitas de “Pet Sounds”, dije: “Ok, voy a usar mi Rickenbacker para emularlo”. Y compuse todo el tema con aquello en mente. Llegué a ese sonido tierno poniendo un poco de reverb en el amplificador, y funcionó muy bien.

-Volvamos atrás: ”Pablo Honey” (1993) es tu disco menos favorito del grupo, porque sentís que luego mejoraron. ¿Creés que les faltaba esa magia?

-Bueno, aparte de “Creep” y de “Blow Out”, no siento que sea muy bueno. Habiendo dicho esto, jugó un rol muy importante y nos dio ese primer gran single. Al ser lo primero que hicimos tuvo un montón de fallas, pero lo necesitábamos para llegar al álbum siguiente. Igual no me gusta rankearlos ni hacer listas, porque los siento como mis hijos. Cuando la gente me pregunta cuál es mi preferido, depende del momento.

-La experimentación se profundizó con “The Bends”. Ahí, por ejemplo, grabaste “Bullet Proof… I Wish I Was” sin escuchar el tema completo. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Me acuerdo de que Jonny y yo estábamos componiendo las guitarras juntos, tratando de llegar a sonidos atmosféricos. Pero si teníamos la canción de fondo, no funcionaba. Y John Leckie, el productor, me dijo: “Bueno, hagamos una toma sin nada. Simplemente improvisá sonidos”. Cuando terminé, los vi en la mesa de control, como diciendo: “¡Increíble!”. Fuimos a oírlo y se había combinado de forma genial.

Radiohead at Oxford Playhouse, Oxford, Britain - 28 Nov 2007

-Para “Kid A”, en cambio, no sabían qué significaban las letras de Thom. ¿Cuán complicado es crear la música de algo que no conocés?

-Wow, me había olvidado de eso, porque fue hace veinte años. Estoy de acuerdo en que nuestro trabajo como músicos siempre es apoyar la letra, la canción y el vocalista. Me parece muy importante que la melodía y lo que se dice esté conectado, así que esa vez fue un desafío. Sobre todo porque trato de convertir las emociones del “otro” en sonidos. Una de las discusiones ahí fue el orden de los temas, y creo que sigue importando. Puede que no para la mayoría, pero sí para mí. Todavía escucho los álbumes de principio a fin; y me parece que si encontrás la secuencia correcta, aumentás su poder y muchas partes cobran más vida. Amo ese proceso, porque te llevás sorpresas: si ponés cierta canción después de otra, cambiás el sentido y funciona perfectamente… o la destruís. Pero si les das los lugares adecuados, vas a poder armar historias emocionantes.

-En 2007 dijiste que para “In Rainbows”, su séptimo disco, tenían un montón de miedos, pero no se nota en los temas. ¿Por qué estaban asustados, y cómo lograron que no se plasmaran?

-(Piensa). Bueno, hoy no creo que haya habido más o menos pánico que en los otros discos. Siempre hubo un nivel grande de temor, y desconozco la razón… creo que es porque queremos asegurarnos de que sea buena música. Tenemos el objetivo de hacerla, aunque a veces lleva trabajo. Radiohead sintió inseguridades y miedos varias veces en el estudio. Igual es parte de la química de los cinco: de alguna manera nos desestabiliza, pero a raíz de eso creamos todos nuestros discos.

COMPONIENDO SOBRE LA VIDA REAL

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Evidentemente, las emociones fuertes funcionan bien para O’Brien, Yorke, Selway y los hermanos Greenwood. Pero la clave del proceso parece residir en permanecer receptivo, con la mente abierta y los sentidos agudizados.

-¿Creés que las ideas llegan al inconsciente, como diría Carl Jung, o que hay que salir a buscarlas?

-(Piensa). Un poco de ambas, pero es como la práctica: tenés que levantarte todos los días y hacerlo. Si no lo fijás como objetivo, no va a pasar. Al mismo tiempo, estoy de acuerdo en que cuando te metés de lleno, no «trabajás” para llegar a algo, sino que dejás que la idea se materialice a través tuyo. Nosotros somos los canalizadores. Hay que meterse en esa frecuencia, y la única forma es dejarse llevar y entregarse al proceso. La dicotomía es que la creatividad no aparece si no trabajás duro o no tenés una disciplina.

-Imagino que para recibir «algo”, también hay que alimentarse creativamente. Si no vivís al máximo, leés libros, ves películas o escuchás otras cosas, no vas a sacar mucho, ¿verdad?

-Absolutamente, tal cual. Y si querés volver a arrancar una carrera y componer diferentes canciones, también tenés que progresar como ser humano. Ahora mismo, mi impulso es de seguir creando. Pero entiendo que, en realidad, no debo hacer nada. No me sirve “presionarme” para escribir. Con todo lo que pasamos en la cuarentena, prefiero observar el presente y ver cómo me siento, qué quiero y qué cambiaría del mundo. Y luego, al haberlo examinado, la música me va a llevar adonde ella quiera. Es causa y efecto, como hablábamos antes. Sigue siendo un viaje largo para mí, y por ejemplo, hace cinco meses volví a entrar en una depresión profunda. Ahí dije: “Mierda, ¿por qué me siento de nuevo así?”. Y como mi esposa es kinesióloga, descubrí que mis niveles de serotonina estaban bajos y que precisaba ayuda. Componer nace del balance de todas esas cosas, que son un montón. No sé cómo será en la Argentina, pero acá la gente quiere resultados inmediatos. Buscan sanarse mañana mismo, que los curen al instante. Poniéndome una mano en el corazón, yo repaso mi vida y no cambiaría ni una cosa. Lo digo sinceramente, porque todo lo que pasé, como depresiones, infelicidades y problemas emocionales, fueron de lo que más aprendí. Hoy me entiendo mejor a mí mismo, y también tengo más empatía con lo que le pasa a los otros.

-Eso nos devuelve al principio de la charla. ¿Quedó algo de aquello en “Brasil”? Porque habías viajado en busca de un sanador.

-Sí, es un lugar muy especial para mi familia. No sólo por la recuperación, sino por la alegría, el carnaval, la música, el fútbol… lo cultural. Lo mismo con otras partes de Sudamérica, porque los amo como continente. El show que dimos en Buenos Aires, en 2009, sigue siendo uno de mis favoritos de la carrera de Radiohead. Me encanta la Cordillera de los Andes, y hay algo mágico en las selvas y en el altiplano. Nunca estuve en la Patagonia, por ejemplo, y me encantaría ir. También a Mendoza, y no por el vino (se ríe). En Sudamérica me siento muy en casa, y pasa algo especial en los pueblos del interior. Lo siento igual en Chile, Perú, Colombia… es una energía palpable. Calculo que si hubiéramos pasado mucho tiempo en Lima o en Cartagena, el tema podría haber tenido esos nombres. Pero para mí, se trata de finales y de nuevos comienzos: ir a ese país fue el término de una parte de mi vida, y el comienzo de otra.

EL VIAJE RECIÉN EMPIEZA

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Para Ed O’Brien, la siguiente fase del recorrido es girar con sus canciones (algo pausado por la pandemia), continuar con Radiohead (que no tiene proyectos anunciados, pero se maneja con tiempos ajenos a la industria), y eventualmente, sacar otro disco solista.

“Me encantaría hacer más música, pero iría a lugares distintos. No puedo componer constantemente, sin parar. Tengo períodos en los que me inspiro y sale todo junto. Espero que pase de nuevo, y que las nuevas canciones sean más grandes, más completas y más jugosas”. A veces, eso se da sin que necesariamente se agreguen instrumentos o texturas. “Totalmente, es lo que hablábamos del espíritu. Ojalá lo siga hallando», sonríe el guitarrista. Y finaliza: «Cada vez más, quiero encontrar ese lugar donde sucede la magia».

«Earth» (el primer álbum de EOB) fue publicado por Capitol y está en todas las plataformas y tiendas, al igual que la discografía de Radiohead.

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