Deep Purple en el Luna Park: esquivando la lava

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El legendario grupo se presentó el domingo en el estadio Luna Park en el marco de una gira con shows en Rosario, Córdoba y Mendoza. La banda tocó casi todo “Machine Head” y repasó sus clásicos más importantes.

Por Fabrizio Pedrotti.

El volcán Puyehue, en Chile, fue noticia otra vez: el viento trasladó las cenizas que hace un tiempo tuvieron su minuto de fama hasta Buenos Aires, Entre Ríos y Córdoba. Por eso, el domingo 16 de octubre el cielo está gris, pero adentro del Luna Park y después de dos años, la noche se tiñe de púrpura.

Las luces del estadio -que enfocan a un telón con una pared en ruinas y el nombre de la banda- se apagan, y la adrenalina crece. Con una puntualidad casi exacta, la batería de Ian Paice, el bajo de Roger Glover y la guitarra de Steve Morse marcan el tiempo de “Highway Star”. A los pocos segundos se les suman el tecladista Don Airey y la voz de Ian Gillan; y Deep Purple arranca con todo.

A diferencia del grupo -que viene de hacer seis shows en Brasil, uno en Rosario, y otro el sábado 15, también en el Luna Park-, el público está frío. Seguramente por las butacas, que en la fecha anterior no estaban, prefiere observar tranquilo el show, hasta que “Strange Kind Of Woman” aparece y lo cambia todo. También hay lugar para lo más nuevito: “Rapture Of The Deep”, editado en 2005 y parte del último trabajo de la banda, antecede a “Mary Long”, de 1973, en donde Glover cambia de bajo por problemas con el sonido.

La voz de Ian Gillan –considerado uno de los cantantes más influyentes del hard rock- no es la de antes. Se cansa fácil y llegar a los tonos más agudos le resulta un esfuerzo, pero en “When A Blind Man Cries”, hasta el sonriente guitarrista Steve Morse parece felicitarlo por sus alaridos. Después del instrumental “The Well Dressed Guitar”, llegan “Knocking At Your Back Door” y “Lazy”, y muchos deliran. Algunos tratan de imitar el pulso jazzero y contundente de Ian Paice con las manos, otros cierran los ojos y medio estadio tararea el sonido frenético del teclado.

“Gracias, son fantásticos. Los amamos”, dice Gillan antes de “No One Came”, y Don Airey –en lugar de Jon Lord, quien se retiró de la banda en 2003- hace con su órgano Hammond un solo que se mueve entre “Purple Haze” de Jimi Hendrix, y -para ovación del público- “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla.

“Perfect Strangers” y “Space Truckin’”, con muchos puños en alto, le abren la puerta a uno de los riffs más famosos de la historia del rock: “Smoke On The Water”. Todos se paran y disfrutan de un mini-pogo en cada fila de asientos, no importa si están en la cabecera, el pullman o alguna de las plateas. Los cinco miembros de la banda (tres de la era dorada del grupo) miran contentos desde el escenario el show paralelo que se arma abajo. “Muchas gracias por venir. ¡Los amamos! Que tengan buenas noches”, repite Gillan antes de retirarse por unos minutos, entre un sin fin de púas y palillos que vuelan hacia el público.

Para los bises aparecen “Hush” (un cover del cantante norteamericano Billy Joe Royal) y una prolongada versión del clásico “Black Night”. Ahora sí, todo explota, y Deep Purple muestra que es una máquina aceitada e imparable. Después de casi dos horas de recital, queda comprobado que no hay cenizas ni volcanes que puedan frenar tanto rock.

Publicado en www.rock.com.ar el 17 de octubre de 2011.

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