El líder del grupo no tuvo miedo de seguir tocando en una pata cuando se le rompió un ligamento, y tampoco de atacar a Tan Biónica, la banda mainstream del momento. Cara a cara con un músico que tiene todos los condimentos para ser el próximo rockstar.
Por Fabrizio Pedrotti, para la revista Soy Rock #83.
Foto: Violeta Capasso.
En la película Día de furia (1993), Michael Douglas se cansa de ciertas injusticias del mundo y decide rebelarse: se enfrenta a un vendedor que cobra un precio excesivo por una lata de gaseosa, no le tiene miedo a una pandilla que intenta robarle y mata a un estadounidense nazi.
Desde hace siete años, El Perrodiablo también se pronuncia contra un planeta que siente que no es el ideal: “Te peleás con tu familia, se mueren seres queridos, se va tu pareja, no te gusta lo que escuchás, sentís que todos te quieren cagar”, desarrolla Doma, su vocalista. A diferencia de lo que sucede en el film, la banda platense usa una herramienta mucho más potente que la violencia: la música.
Según cuentan, sus miembros exorcizan los demonios íntegramente sobre el escenario. Por eso, no es raro ver al cantante saltando de forma colérica de un lado para el otro, bailando en el medio del público o gritándole en la cara a un par de inspectores que aparecen en uno de sus shows. “Tocar me hace sacar todo afuera y por un rato estoy liberado, pero hay que convivir con uno mismo después de eso”.
-¿Por qué?
-Un concierto nuestro es muy intenso, vendría a ser como pelearse con tu otro yo en el Madison Square Garden, aunque haya tres personas. No nos sentamos con una guitarrita acústica y tocamos baladas. Luego, hay que hacer un aterrizaje suave.
-¿Y cuánto te dura esa liberación?
–Es algo muy personal, pero siempre necesito volver a hacerlo. Creo que si a todos nos propusieran despojarnos cada día de lo que nos hace mal, diríamos que sí. No tiene límites, no puedo decir que me siento bien veinticinco minutos reloj, depende de lo que sufrí esa semana.
-Lo interesante es que la música no es tu única terapia, además te atendés con un psicólogo…
-¡Imaginate el quilombo que tengo en la cabeza! Mi novia me dice: “Vos tocá, sino vas a romper todo”. Generalmente se entiende el tema de la sensibilidad como algo de Robert Smith, pero también la tienen Iggy Pop y Alice Cooper, con una forma particular para sacarse sus demonios. No se trata sólo de llorar porque una mina se fue. Cuando canto, vivo una guerra. El otro día me preguntaron si toco enojado, y les dije que siempre es así. Ahí es cuando las cosas salen bien, si estuviera tranquilo no tendría la banda.
UN VERDADERO CABLE A TIERRA
En abril de 2013, la ciudad de La Plata sufrió una de sus peores tragedias: un temporal dejó al menos 78 muertos y 2200 evacuados (según cifras oficiales), viviendas totalmente destruidas y perjuicios millonarios.
Casualmente, el barrio de Doma estuvo en el epicentro de la inundación. “Perdí un montón de cosas. Tuve que irme a una planta alta con mi mamá, mi hermana y mi perro. Cuatro días después, mientras mi vieja dormía en un sillón porque hubo que tirar la cama, tocamos en el Centro Cultural Zagúan Sur. No puedo explicar esa liberación, y lo que fue quemar la mierda”, recuerda.
En el pasado, semejante descarga también le trajo consecuencias físicas: durante un show en 2012 y por un mal movimiento, Doma (cuyo nombre real prefiere que no se revele) se rompió un ligamento de su rodilla izquierda. “A veces pienso en cuidarme, aunque se me dificulta porque lo que me genera tocar es único e incontenible –declara entre risas-. Por suerte fue sólo un accidente, pero tuve que completar ese recital en una pata, porque íbamos recién por el tercer tema. Está bueno, se relaciona con la entrega y con sentir lo que estás haciendo. Aunque obvio que no se justifica romperte la cabeza por dar un concierto”.
-¿No pensaste en terminarlo sentado, después de la lesión?
-¡No podía! Es como cuando jugás al fútbol y corrés atrás de un tipo para ponerle una patada. Sabés que no tiene sentido, pero no podés parar tu mente. No me sale obligar a mi cuerpo y a mi alma a tocar en una silla. Encima había un montón de fechas re grosas por delante, no era fácil detener el tren. Por indicación médica tenía que usar una férula, desde el pubis hasta el tobillo, sin doblar la pierna. Me ponía eso y un bastón con una calavera, que lo usaba para levantarme. Ya quedó como un chiche, cada vez que la rodilla me molesta lo vuelvo a agarrar.
-Cuando tocan en estudios de radio, donde no tienen público, se podría pensar que son más tranquilos. ¡Pero tampoco bajan la intensidad!
-Es que quiero que todas las presentaciones sean distintas. Neil Young tiene 70 años y podría estar sentado, pero no. Son las cosas que miro, no si a un grupo le fue bien porque cerró con tal compañía o si logró contactarse con algún manager así lo mete en el Personal Fest. Para mí, eso no tiene nada que ver con la esencia de las cosas.
EL LARGO CAMINO A LA CIMA
En sus siete años, El Perrodiablo (que actualmente completan Chaume y Lea en guitarras, Fran en bajo y Joseph en batería) tocó en lugares como El Teatro de Flores, Ciudad Cultural Konex y Niceto Club… pero también pasó por shows en muy malas condiciones. “Llegamos a salones que no tenían sonido, o con bafles que eran para un cumple de quince, y tocamos igual. En esas circunstancias conocimos a bandas y a personas que nos siguen viendo. Hay locales, que no voy a nombrar, en los que no les gusta cómo me muevo y me dan micrófonos impresentables, o no dejan que el sonidista me opere de la manera debida–se queja-. Jamás rompí nada, porque soy respetuoso del laburo ajeno”.
-Chaume dijo que el peor recital de 107 Faunos fue con ustedes. ¿Qué pasó esa noche?
-Tocamos un domingo en un lugar en el que no había nadie más que nosotros y ellos, en 2007. ¡Encima se rompieron los equipos! (risas). Fue nefasto, y aunque salió tan mal, en diciembre de 2013 nos presentamos uno atrás del otro en el Konex, con un montón de público. Estamos para tocar, si hay condiciones buenas nos presentamos, y sino también.
Doma recuerda que una vez, luego de un show, alguien se le acercó y le manifestó que también había vivido en La Plata: “Me contó que pasó siete meses en una granja de recuperación para adictos, que tiene un hijo que no conoce, que su mujer se mandó a mudar y que él es HIV positivo. Me dijo además que le había gustado el recital, y pensé: ‘Durante cuarenta y cinco minutos, le hicimos olvidar que tiene una vida durísima’. Nuestra liberación también envuelve a los demás, y eso sirve”.
-Pero hace unos años declarabas que no te importaba lo que le pasaba al público…
-Antes sí, me parecía que era mi mambo personal. Ahora sé que si el otro lo comprende de la manera correcta, vamos a tener cierta empatía. Cuando las cosas se hacen con el corazón, al que las recibe les pueden gustar mucho, poco o nada, pero advierte que el que está en frente cree en lo que hace. Eso te empuja un montón, te contagia y te sentís mejor. Algunos recitales de Pez me llegan más que otros, pero los percibo tan genuinos y felices que me hace bien. Es un valor que tiene la música, y es muy difícil que esté en los demás ámbitos. Yo no me emociono con una pintura, ¿qué querés que te diga?
-¿Y qué te conmueve?
-El fútbol y las películas.
-¿En qué bandas notás que no hay naturalidad?
-El show de AC/DC me pareció lo más sincero del mundo, los tipos estaban felices de hacer eso, partiéndote la cabeza. El de The Cure también. Leí una vez una nota a La Vela Puerca, y decían que a veces miraban las listas de temas y pensaban: “Uy, ahora viene esta canción, qué garrón”. Si me pasara a mí, me destruiría psicológicamente. Me parece que es como cuando un político da un discurso y empieza a mentir. No los pongo a ellos como ejemplo, pero hicieron algo a lo que prefiero no llegar. No me da para salir a engañar.
-Además, en una entrevista atacaste a Tan Biónica.
-Es que no concibo armar una banda o una canción para “pegarla”. Esa expresión puede significar dos cosas: el mainstream, o pertenecer a una escena. Hay una especie de “éxito under” que también es un garrón, porque sos parte de una movida que te cobija. Conocés a todos, van los mismos doscientos que pasan por cada show del estilo… tampoco me parece demasiado rockero, tiene muy poco riesgo.
-¿Eso opinás de la corriente indie que se generó en La Plata?
-Sí, aunque no es el único caso. Prefiero que me vengan a ver cincuenta tipos y que a unos les guste el metal extremo y a otros el pop, antes de que haya cien porque pertenezco a la escena platense. No puedo concebir el rock como algo pensado, las cosas que me gustan las siento sinceras. Me pasa con Jane’s Addiction, The Stooges, Riff, Sumo y Los Brujos. No me gustan las bandas que se suben a algo porque les va bien a otros.
-¿O sea que ves que Tan Biónica lo hace sólo para “pegarla”?
-Seguro, para no laburar. Están en su derecho, pero no es mi lenguaje. A las cosas que se pongan en mi camino les voy a tirar piedras, aunque sea un palestino atacando a un tanque israelí. A los 18, yo decía: “¡Mirá lo que hace MC5!”. Hoy un pibe ve a Tan Biónica y piensa que el rock es formar una banda para convocar multitudes cantando cualquier boludez.
-¿Esto de ser frontal te trajo algún problema?
-No, Chano no me llamó (risas).
-Pero por ejemplo, la letra de “Malas preguntas” dice “esto está lleno de putos”. ¿Nadie se ofendió?
-Hace mucho tocamos en Azul, y un loco me dijo: “¿Esto nos lo cantaste a nosotros?”. Le pregunté si cuando su novia escuchaba a Andrés Calamaro, él pensaba que se lo dedicaba a ella. Ahí se tildó. La frase no tiene que ver con quién esté parado adelante. Más allá de eso, podemos pensar distinto pero nunca faltamos el respeto. Peor es que te dijera que los de Tan Biónica son muy buenos compositores, y cuando se apagara el grabador opinara que son una manga de comerciantes. Nosotros, con El Perrodiablo, somos honestos.
COSAS (NO) IMPOSIBLES
Uno de los proyectos pasados de Doma fue Psicovendetta, banda de hip hop influenciada por Beastie Boys y Jane’s Addiction. En 2003, recibió la llamada de un productor que lo invitaba a rapear con Gustavo Cerati en el Teatro Argentino de La Plata. El cantante pensó que era una broma, pero se equivocó. Fue así que en junio de ese año, durante la gira de Siempre es Hoy (2002), le puso su voz a un fragmento de “Altar”. “Él fue muy generoso, y re macanudo. Salió todo medio de imprevisto, nunca me imaginé que pudiera pasar”, recuerda.
-¡Ahí no rompiste todo!
-Pero estuve sólo dos minutos, no me dieron tiempo (risas). Además, una cosa es tocar mi música con amigos, y otra es que me digan de cantar un tema con alguien más. Lo hago gustoso y acepto la invitación, pero no hay nada como defender las canciones propias.
SE VIENE…
En febrero, El Perrodiablo se metió en los míticos estudios ION -por donde pasaron Riff, Soda Stereo y Los Pericos- para trabajar en su cuarta placa. El Espíritu (2012), su lanzamiento anterior, se grabó en una semana (con equipos valvulares), y la meta ahora fue profundizar el sonido de las guitarras. “Los discos tienen que ser crudos y sin concesiones, pero no hay que estancarse. Queremos mejorar lo que hacemos”.
-¿En el estudio también saltás como poseído?
-Cuando grabo no tengo tanto margen, porque sino el micrófono no me toma la voz (risas), pero sudo como un hijo de puta. Es todo un desafío captar nuestra electricidad en vivo.
El encargado de semejante tarea fue Gualberto de Orta –guitarrista de Norma- con quien el grupo ya trabajó en su álbum pasado. “Cuando los conocí pensé que eran un par de desfachatados que me iban a destruir el estudio, pero luego me di cuenta de que son personas amables, razonables e inteligentes”, dice el productor, que prácticamente trabajó con todas las bandas de La Plata.
Además, trató de experimentar con los sonidos de cada uno: “Tomamos más tiempo en definirlos individualmente. Doma estuvo en una sala cerrada, viendo a los demás desde la pecera”. De algo estamos seguros: ¡al próximo disco no le faltará energía!