Dee Snider en el Teatro Vorterix: cuando la calidad le gana a la cantidad

El cantante de Twisted Sister dio un show corto pero efectivo. Cómo noquear a todos en un solo round y con un puñado de canciones.

Por Fabrizio Pedrotti, para Rock.com.ar.

Una hora y diez. Catorce temas. Con la posibilidad de ver los setlists de antemano en internet, más de uno se habrá entristecido con que el concierto de Dee Snider fuera a durar tan poco. Y más considerando la extensa carrera del vocalista de 64 años: Twisted Sister, Desperado, Widowmaker, sus discos solistas…

Para el estadounidense, el escenario es su propio Club de la Pelea: un lugar donde descarga golpes contra lo que venga (por ejemplo, una cámara 360° que lo apunta durante “Lies are a Business”; o cuando le pega a sus monitores hasta que los corre). Tal como en la novela de Chuck Palahniuk, Snider revive con cada guantazo. Y los que están abajo también.

Acá no hay lugar para distracciones. Pareciera que si alguien se metiera un segundo en su celular, el cantante va a obligarlo a que lo vuelva a meter en el bolsillo, casi como el maestro que reta a los del fondo de la clase. Y queda claro que, si alguien se acercó al Teatro Vorterix como un mero curioso, Dee lo va a convertir a su tropa. Sea como sea.

Como cuando llega “American Made”, del fabuloso “For the Love of Metal” (2018), y señala: “¿Por qué estoy de nuevo acá? Porque Twisted Sister se separó hace dos años, pero yo saqué un nuevo disco. ¿Lo escucharon, hijos de puta? Aquel chico de barba no está tan seguro (señala con el dedo a un pobre tipo), ¡pero lo vamos a convencer, porque vamos a tocar toda esa maldita mierda!”.

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Semejante provocación, también llena de humor, hace que nadie le quite los ojos de encima. Por su carisma y por su magnetismo, pero sobre todo porque durante esta hora y diez pueden ocurrir muchas cosas. Como que el vocalista se pelee a grito pelado con el sonidista por el volumen en sus monitores, sin siquiera disimularlo; que no pare de saltar y contorsionarse con sus casi dos metros de altura; o que mande a echar a uno de los fans que está en la valla, mientras le aúlla “¡Goodbye!” durante “We’re Not Gonna Take It”.

Al igual que en todos los shows de la gira sudamericana -que termina esta noche y que pasó por Brasil, Perú y Chile-, hay lugar para la versión paródica de “Huevos con aceite”, en la que Snider hace bromas refiriéndose a sus testículos y a la buena cantidad de “chiquitas” dentro del público. “Son algo necesario para el metal, porque siempre hay mucho macho”, dice en español. “‘Hola Susana, ¿dónde está tu amiga? En la cocina’. ¡Eso es todo lo que sé de su idioma!”, se ríe en otro momento..

Con esa misma energía y agilidad presenta “The Price”, de Twisted Sister, en la que recuerda a algunos de los rockstars que fallecieron en las últimas décadas. Además de aparecer los nombres fijos -como Dimebag Darrell o Freddie Mercury-, también están Oderus Urungus (de Gwar), Chris Cornell y obviamente A.J. Pero, el baterista de Twisted Sister. Es el único momento donde el recital se vuelve enternecedor. Pero ante el desborde de energía de las canciones anteriores, parece que ya hubieran pasado dos horas… ¡y en realidad van cuarenta minutos!

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Le sigue “Become the Storm”, ese tema en el que Snider habla de que “la lluvia no tiene nada a qué temer, cuando uno se convierte en la tormenta”, y el clásico “Under the Blade”, en el que se le marcan las venas del cuello, corre de un lado al otro y vuelve a pelearse a capa y espada con el sonidista. Incluso, le hace un amenazador gesto de “te estoy viendo”.

“I Wanna Rock” merece un párrafo aparte. No sólo por la importancia histórica de la canción, sino porque Snider la corta en la mitad y dice: “Acá no se necesita a la banda, ¡sólo a Dee Snider y a los argentinos!”. Una vez que el grupo vuelve a la acción, todos agarran sus instrumentos e imitan a Iron Maiden. “Eso es, ¡como si las guitarras fueran penes! -se ríe el frontman-. ¡Perdón, chiquitas!”. Acto seguido, el público corea repentinamente el riff de “Run to the Hills”. Snider no puede más de la risa.

Cuando presenta a sus músicos, lo hace con la misma energía y sentido del humor de toda la noche: “Él es Charlie Bellmore, y grabó todas las guitarras del disco. Su hermano, Nicky, también está acá, y tocó las baterías. No sé si sabían, pero son gemelos siameses. Es más: ¡estaban unidos por el agujero del culo, y tuvieron que separarlos!”. Más rock no se consigue.

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Tiempo de los bises. En “For the Love of Metal”, el himno de su nuevo disco, el micrófono de Snider sigue saturando y se suma a la bola de ruido que es el sonido, como en casi toda la noche. Pero parte de eso tiene que ver con que el vocalista no se guarda ni un decibel de volumen de su garganta. Para el final llega, en sus propias palabras, el “himno internacional del heavy”: “Highway to Hell”.

Con poco más de una hora y sólo catorce canciones, el recital termina. Pero si todos los shows tuvieran esta intensidad, ferocidad y energía desafiante, no les haría falta ni un minuto más. A veces no importa la cantidad, sino noquear al público con atrevimiento, calidad y fiereza. Y esta noche, Dee Snider se consagró como un luchador sublime.

Un comentario en “Dee Snider en el Teatro Vorterix: cuando la calidad le gana a la cantidad

  1. Excelente nota!! totalmente de acuerdo. También fue memorable cuando en «American made» cambió la letra por «Argentinian made».
    Tuve la suerte de ir al show con mi hijo mayor (14), ojalá vuelva algún dia para poder ir con mi hijo mas chico.

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