Andrés Calamaro: “Yo sería un buen Rolling Stone”

Por Fabrizio Pedrotti / Leo Ros / Marianela Insúa Escalante / Pablo Mileo (en orden alfabético). Nota de tapa de la revista Soy Rock #94, febrero de 2015.

Importante: esta es la transcripción sin editar de la entrevista. Para respetar la forma en la que Calamaro daba sus reportajes gráficos (vía mail), el texto se publicó en crudo.

La nostalgia, sus discos, los de los otros, el caso Bersuit… Andrés Calamaro se bancó el cuestionario de Soy Rock como lo que es: un señor de la música. El rockero argentino más prolífico editó hace poco dos discos: «Pura Sangre» y «Jamón Del Medio». El primero es un DVD que muestra lo mejor de su show en el Hipódromo de Buenos Aires y otras presentaciones en Latinoamérica. El segundo, un disco en vivo que recopila canciones de sus últimos shows en España. A punto de tocar por primera vez en Cosquín Rock, Andrés nos respondió todo lo que queríamos saber, por e-mail, como es su costumbre. Vaya que este fue un correo deseado. 

LOS DISCOS

–Publicaste una enorme cantidad de can­ciones inéditas en Internet, y creés que el formato físico desapareció hace mucho. Entonces, ¿qué te impulsó a lanzar los vivos «Jamón del Medio» y «Pura Sangre»? ¿Creés que evita que los temas se pierdan en el me­dio de tanta información?

–Estamos tocando juntos hace un año y medio en un nivel muy bueno de alegrías y compromiso musical, nos involucramos como grupo, hicimos giras muy buenas y eso impulsa la existencia de nuevos registros en vivo. «Pura Sangre» empezó siendo el puñado de cancio­nes que habitualmente le ofrecemos al Bebe Contepomi para que muestre por TV (hace un año). Después, usamos cuatro de esas mezclas para editar un vinilo de cuatro canciones por el Record Store Day en España (en abril de este año), y seguimos progresando en un video largo con Vicente Linares, que tiene arte y sen­sibilidad musical para editar música visual. A los contenidos del Hipódromo les agregamos grabaciones e imágenes de más lugares de Ar­gentina y América. Viajando por España se me ocurrió “grabar” un disco en vivo (suponiendo que ya estaba grabado según la naturaleza de disco en directo). Me encontraba escuchando clásicos discos en vivo y pensé que era buena idea ofrecer un live que pueda fabricarse en vinilo (doble) y también en CD sencillo: «Jamón Del Medio» se llama. Quizás evite que las cancio­nes se pierdan, pero no había pensado en eso. En vivo las canciones nunca se pierden, pero algunas grabaciones menos afortunadas ador­mecen a la sombra de la atención del público. No les dan pelota.

–El arte de tapa está otra vez a cargo de Dr. Alderete, como en «Bohemio». Cuando había salido, destacaste que te había dibujado sin lentes, pero en «Pura Sangre» volvés a aparecer con gafas, ¿tuviste algo que ver en esa decisión?

–Sinceramente no. El Doctor me entrega obras definitivas, siempre una única opción que modificamos si hace falta… Él me conoció por Skype y así me dibujó en Bohemio, como me había visto en la pantalla… Supongo que para el disco en vivo volvió a ponerme los anteojos porque los uso siempre en los recitales, son una herramienta necesaria y constante. El Hipódromo y el título del video ameritaban caballos de pura sangre para desarrollar una idea hípica, pero como las imágenes comprenden más lugares de América, y otra naturaleza de fuentes (además del Hipódromo de Palermo), Alderete nos ofrece este retrato extraordinario; un “meduso” decapitado, celebrado por rosas con espinas y dos espadas cruzadas que recuerdan la bandera de los barcos piratas en clave tauromáquica pop.

–Hace poco elegiste los discos en vivo de Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers y Humble Pie como algunos de tus predilectos en directo. En todos hay una fuerte presencia de gui­tarras y versiones jammeadas de las can­ciones. ¿Cuánto influyeron en el armado de esta banda actual tuya y en el resultado final de Ja­món del medio y Pura Sangre?

–La versión de “Free Bird” en el live de Lynyrd Skynyrd es uno de los episodios que me decidió a involucrarme seriamente con música, esa introducción de piano, la canción heroica y el final tremendo a tres guitarras, es un emblema; un buen motivo para decidir to­car música toda la vida. Es el “Stairway to Hea­ven” del sur de los Estados Unidos. El Fillmore de los Allman es el mejor momento de ellos y una de las grabaciones más importantes de la historia. Humble Pie también, Stevie Marriot fue un grandísimo músico británico, en este disco está con Peter Frampton y es una gra­bación muy influyente también. En términos de rock en vivo, son tres discos francamente buenísimos. Nosotros tocamos el repertorio en plena disposición de nuestra variedad diná­mica (nunca repetimos arreglos idénticos pues todos interpretamos versiones distintas de las canciones cada vez) pero tampoco hacemos un rock de inspiración que nos permita convertir cada tema en una jam; digamos que interpre­tamos libremente un repertorio que sirve para cosechar triunfos y permite que nuestras fami­lias tengan comida en la mesa todos los días. Venimos a ofrecer lo mejor de mi repertorio, pero considerando el estado de la música pop (a gran escala), lo que hacemos tiene mucho rock, bastante blues y un poco de jazz; detalles de tango y groove africano. La jam session que (sí) hacemos es libre, la empezamos a hacer el año pasado como presentación grupal e individual de la cua­drilla, al principio nos inspiramos en el Mi­les Davis eléctrico de la Isla de Wight, en el Hipódromo la hicimos más orientada al con­cepto Spectrum, pero la podemos hacer más funky o reformularla hacia otras direcciones. En Jamón del Medio incluimos la zapada del Circo Price, en Madrid, con más sonido de sintetizador y teclados eléctricos, y Germán en los sonidos tradicionales. Y el saxo artesa­nal colombiano con sus momentos.

–¿Qué canciones, al escucharlas en una grabación en vivo, te siguen conmoviendo? ¿Por qué?

–No sabemos cuál es la próxima canción (en vivo) que va a emocionarnos, soy de esa idea… Lynyrd Skynyrd, Zeppelin, Allman Brothers, James Brown o Frank Sinatra, nos van a proporcionar una naturaleza de emociones diferente a la de aquellas canciones que aprendimos a cantar en este idioma, ya sea Pappo, Larralde, Troilo, Spinetta o Gardel… Me gustan las grabaciones de Roberto Goyeneche con Juanjo Dominguez en guitarra, la ultima parte del Köln Concert de Keith Jarret, Free Bird… Hay muchas formas de sentir con la música, AC/DC es conmovedor, también lo son nuestras canciones preferidas o un lindo chamamé de Rudi y Nini Flores.

–Teniendo en cuenta que estos discos están formados por registros de diferentes shows, ¿cuánto y cómo te involucraste en la selección de las tomas de las canciones?

–Lo hicimos con Germán (Wiemeyer) y nos involucramos en todo como titulares de la producción. Adrián Bilbao mezcló las grabaciones de «Pura Sangre», y Ángel Martos las de «Jamón Del Medio». Sin Germán hubiera sido imposible o mucho más complicado… ¡Lo dejé su criterio! Estábamos en México de gira y seguíamos escuchando mezclas y el acabado de los masters. No sé cuántos conciertos estaban grabados en condiciones, supongo que todos o casi todos; fuera de la Argentina alquilamos instrumentos, quizás llevamos más equipo para grabar el Hipódromo, pero hicimos 30 variaciones en la lista de canciones de 31 recitales, y no descartamos ninguno. Algunas de estas canciones sólo las tocamos una o dos veces en la gira. Así para el DVD y los extras de audio. Para el disco empezamos escuchando tres conciertos de mayo, pero terminamos mezclando canciones de cuatro recitales -en cuatro ciudades- de julio. Para el álbum nos manejamos con un límite de 80 minutos que separamos en cuatro lados -de menos de veinte minutos- para la edición en vinilos, y para ofrecer un cd que no sea doble para que no resulte el doble de caro a los aficionados.

–Hace diez años editaste «El Regreso» en un contexto tuyo muy diferente al actual, ¿qué cambiaste para estar en esta forma?

–En «El Regreso» yo estaba bastante bien para estar volviendo de cinco temporadas sin giras, pero ese mismo año ofrecimos un mejor concierto (que está editado como Made in Argentina) seis meses después, en Obras y al aire libre. En diciembre (de 2005) me encontraba 10 puntos. Después giramos con Fito Cabrales & Fittipaldi y quedó registrado en Dos son Multitud. También hicimos la reunión con Ariel, de eso hay algunos temas publicados en el bonus cd Made in Argentina. Grabamos con Litto (Nebbia) y preparamos una mini-gira dirigida por Javier Limón, con la banda que giraba entonces con Paco de Lucía (hay una canción incluida en «Obras Incompletas», el tango “Nada”). Todo eso fue antes de 2008 cuando ya armamos el grupo con el que giramos por España y toda América. Hasta 2011: ahí creí que era necesario un buen replanteo para estar “en forma”, cambié algún punto de vista y algunos hábitos. Confieso que pasé por épocas moderadamente extremas en estos últimos años. Necesitaba una especie de resurrección personal y musical. Otra más. A veces es posible.

–»Bohemio» suena a balance, es un fiel reflejo de lo que uno supone es lo que te pasa a vos por la cabeza en este momento de tu vida, ¿es así? ¿Ya estás en otro momento, componiendo otro tipo de canciones o seguís ahí?

–No es un fiel reflejo de nada, es una grabación de diez canciones elegidas entre ochenta y entre más grabaciones de vanguardia, instrumentales y experimentales. Las setenta que no se grabaron también tenían letra y eran fiel reflejo de algo, un deseo o parte de un pensamiento; en el mejor de los casos esas ochenta canciones podrían reflejar algo de lo que estaba pensando hace dos años, pero también pueden ser palabras que necesito para terminar una canción, de hecho, lo eran y lo son… Sin canciones no puedo cantar. Bohemio es un disco que aparece en una época en donde la gente vive adicta a los rumores, a Internet y a la televisión. Un consumo de mierda que te convierte en una persona de mierda. Tampoco es un balance, lo escribí en pleno movimiento hacia ninguna parte… y no es un estado como para hacer balances. Tampoco es un resumen de toda la música que hice en los últimos años. Sentarse a escribir una canción no compromete lo que te pasa por la cabeza o el corazón. Es la búsqueda de la próxima canción o la siguiente idea musical. (Escribir una canción) es una cuestión musical, es más tibio de lo que parece. La gente tiene atorados sentimientos y están más sensibles al contenido de las canciones que los propios autores. Dicen que Juanele Ortiz pasó veinte años escribiéndole a un sauce, y no era un jardinero ni un paisajista, era un poeta… y uno de los más importantes de nuestro país cultural. Mis canciones pueden ser ocasionalmente referenciales pero no escriben mi biografía, es imposible eso. La canción es otra cosa, hay que cantar por lo cual necesitamos una canción, no podemos esperar un episodio vital que dispare la existencia de una canción. Se supone que escribí mil canciones, es insensato suponer que esperé mil situaciones sensibles para dedicarles una letra; por otra parte tengo una vida más intensa, armónica y colorida de lo que reflejan mis canciones; no soy un hombre abandonado, estoy bendito por el triunfo y en una relación sentimental formidable; soy parte del 5% de los hombres que celebran encuentros sexuales a diario.

–¿Tenés algún tipo de archivo personal con el registro de audio de tus shows?

–Tengo mucho, de shows y de grabaciones en estudio. Algunas cosas las tiene DRO en Madrid y supongo que existen copias particulares, pero yo cuento con un archivo muy amplio. Cientos de grabaciones, más de mil… probablemente.

–Dijiste que cada vez que un crítico analiza un disco, “proyecta sus propias inquietudes”. ¿Cuáles serían? ¿Lo viviste con Bohemio?

–Es una forma suave y diluida de decir las cosas… Quizás estaba haciendo referencia a la opinión en general, o a la opinión derramada en Internet, de una célibe “crueldad” anónima. Yo respeto a los críticos que tienen una escala de valores contrastada, aunque sea diferente a la mía; son especialistas y por eso se les lla­ma críticos o periodistas musicales. Después hay una multitud de gente opinando, incluso escribiendo en sitios de mayor o menor im­portancia, pero no tiene nada que ver. No tie­nen idea; repiten lo que leyeron de alguien… Imitación de la vida. Yo desconfío del pensa­miento cuando todo el mundo piensa igual, entonces me permito la duda, y la duda casi nunca se equivoca. Además una opinión tiene cualquiera, si nadie te la pide… mejor ni opi­nes nada. Imitación de la vida. En España exis­te una tendencia -curiosa- que pretende “des­montar” mi obra posterior a Honestidad Brutal como si fuera poco más que basura; buscan hacerme sentir derrotado por mí mismo. Yo creo en Bob Dylan cuando dice que compa­rar a alguien con sí mismo es un disparate, tus discos hay que compararlos con otros en el mismo nivel y publicados en similar época. Lo dice con mucha seguridad y convicción, y es Bob Dylan. Le creo más a Bob Dylan que a un opinador célibe y resentido.

–Días atrás comentaste que «Honestidad Brutal» gustó más en España que acá, ¿por qué pensás eso? ¿Te basás en una cuestión de números o de recepción de las canciones?

–No tenía registrado el contraste hasta que lo hablamos con Coki DB (Killer Burrito) en Rosario, una noche… Acá se tomó un poco en broma el disco “largo” y las rimas de “Te quiero igual” o el himno celestial a Maradona. Allá se considera una obra maestra, incluso publicaciones que nunca celebraron a la filosofía de Los Rodríguez (que jamás nos dieron pelota) reconocieron a Honestidad Brutal como uno de los mejores discos de la historia. Las canciones gustan por igual acá o en España. Acá le hicieron críticas buenísimas y otras pésimas. Ahí están las canciones, por el momento son eternas… el papel impreso de las críticas ya se pudrió, ahora mismo no serviría ni para envolver media docena de huevos. En España se usa a «Honestidad Brutal» para demostrar mi derrota frente a mí mismo. Hay gente que debería mirarse al espejo más a menudo. Creo que ya hablamos de esto.

–Las portadas de «El Cantante», «La Len­gua Popular», «Bohemio», «Jamón Del Me­dio» y «Pura Sangre» son ilustraciones. ¿Por qué elegís ese tipo de arte para las tapas?

–»El Cantante» es un formidable retrato de Javier Aramburu, «El Palacio de las Flores» es una foto de Robert Freeman, que hizo las ta­pas de los Beatles hasta «Revolver». «Rubber Soul», «With The Beatles» y «Help!», son fotos de Robert. Es cierto que quería tener otro tipo de gráfica que no sea un retrato mío y unas letras “di­gitales”. «Salmonalipsis Now» me gusta mucho, el disco ametrallado y la Plaza de Mayo. «On The Rock» también, es un logo “estatal”, muy buenas gráficas de Zona de Obras. Grabando La Lengua Popular descubrí el arte de Liniers, lo llamé por teléfono y vino al estudio. Hizo un hermoso trabajo artístico porque también escribió y dibujó todo el librito con letras ilus­tradas de cada canción. Vicentico me habló de Alderete y terminé de descubrirlo en México. Allá hay un nivel muy alto de ilustraciones, en muchos casos son expresiones artísticas ma­yores, como ocurre con los muralistas. Hasta el “merchan” de las giras (las camisetas) son distintas y especiales. Alderete es un genio, es una buena persona, se involucra y da gusto trabajar juntos. Este año hicimos la doble edición de «Bohemio + Bohemia», «Pura Sangre» y «Jamón del Medio»… ya debe estar harto de mí.

LAS GIRAS

–Confesaste que antes de cada tour sentís una ansiedad especial. ¿La controlás de alguna manera?

–Si fuera fácil no ha­bría problemas como el tabaquismo o la furia, nadie se comería las uñas, ni soportaríamos el flagelo de la catarsis virtual. Espero las giras como una gran responsabilidad, necesito estar en buenas condiciones para cantar y preten­do sentir buenas sensaciones en el escenario. Dicen que esta ansiedad previa es “necesaria”, que es el combustible para poder hacer este tipo de cosas… Lo que yo puedo hacer es cui­darme, tener a mano todo tipo de medicinas para la garganta y tratar de no enfermarme. Apago los aires acondicionados.

–¿Alguna vez la pasaste especialmente mal en un escenario?

–Hay conciertos complicados. Tenemos que escucharnos bien y hay incidentes inesperados que a veces ocurren, a todo el mundo le pasa. También hay situaciones que me superan un poco; enormes recitales, lluvia, frío o demasia­da expectativa. A veces se complica algo o se complican tres cosas al mismo tiempo.

–¿Cómo surgió la gira con Bunbury? ¿Piensan traer ese show a la Argentina?

–Cantamos en Buenos Aires, en el Luna Park de Enrique… Fue una “previa” de la gira en Mé­xico. Hace muchos años que tenemos la idea, el deseo, de hacer una gira múltiple. Al principio éramos cuatro, con Loquillo y Jaime Urrutia. El primer intento fue hace casi quince años pero yo estaba en un momento… que no hacía gi­ras. Estaba en otro plan. Aún así colaboramos los cuatro en grabaciones, en discos de Jaime y El Loco y también grabamos y cantamos -los cuatro- en casi todas las combinaciones posi­bles. Hace unos años, Enrique se instaló a vivir en Los Ángeles, cerca de México, donde tiene un éxito extraordinario. Somos cuatro amigos, pero considerando el volumen de grabaciones y giras, le tocaba a Enrique decidir cuándo y dónde. Con el buen antecedente del Luna Park, nos reunimos en Madrid y le dimos for­ma. Antes de arrancar nos reunimos en León, México, para ensayar las canciones que quería­mos cantar juntos al final de los conciertos, y lo hicimos. Fueron nueve ciudades en México, de punta a punta… Recitales de tres horas. Muy buenos. Quedamos con nostalgia y ganas de seguir, con Enrique y con todos, músicos, téc­nicos, operadores, asistentes y producción… Fue una gran gira. Enrique no tiene pensado tocar el año próximo, quiere un paréntesis para reinventarse y componer, o para hacer lo que él quiera. Quedamos amigos y buenos compañeros. Espero que se repita algún día.

–Si giraras nuevamente con Bob Dylan, ¿creés que lo disfrutarías más?

–Seguramente. Estaba de gira con Dylan pero yo me presenté “bastante imperfec­to”. Fue mi gran “oportunidad” y al mismo tiempo mi momento más destroyer. Era un sueño pero también una situación bastante marginal. Lo disfrutamos, claro, pero ahora mismo estaría más enfocado y sería un me­jor segmento acústico. Quizás en aquel mo­mento lo viví con naturalidad pero no fue mi mejor gira, claro que fue la única que com­partí con Dylan en persona.

–Después de tantos años en la ruta, ¿qué cosas te cansan y cuáles no cambiarías por nada?

–Caray, no me gustan los viajes largos… No soy funcional a los viajes en avión de muchas horas. En general, empiezo las giras demasiado pendiente de las sensaciones que tengo. No sé cuáles son las cosas que no cambiaría, lo que nunca cambio es la guitarra, pero podría ser flexible llegado el caso. Lo que no es negociable es buscar las buenas sensaciones y el “duende”… el espíritu inquieto que permite una cierta magia conjunta en el escenario

LOS COLEGAS

–En una nota con Clarín, Gustavo Corde­ra aseguró que le quisiste robar a la Bersuit. ¿Cuánto hay de verdad?

–Él sabe perfectamente que eso no es cier­to. Él se ofreció (en nombre de todos) a ser mi acompañamiento vital y musical. Hicimos algunos conciertos conmigo invitado de ellos, después armamos los Luna Park, y repetimos en España y en Buenos Aires, cuatro grandes conciertos. Ni más ni menos. Al año siguiente yo armé la reunión con Ariel, y también can­té de invitado de la Bersuit (con Gustavo) en Testosterona (una grabación de Gustavo San­taolalla) y en recitales en el Luna Park. Y des­pués ellos grabaron otro disco más. Yo seguí tocando con la banda de Ariel, con el grupo de Paco de Lucía y con Fito & Fitipaldis (que estaban en un momento enorme en España), grabé con Litto y el principado del flamenco… Entendí perfectamente la dinámica de frater­nidad familiar que tenía entonces la Bersuit y jamás se me pasó por la cabeza robarle la banda a Gustavo ni a nadie; tocamos medio año juntos de común acuerdo. No sé cómo se sintió Gustavo cuando fuimos a España, pero fueron tres recitales, y después ellos siguieron juntos dos años más.

–¿Qué pasó entre él y vos?

–Con Gustavo no pasó nada… Yo les debo mi gratitud a todos, en aquel momento to­dos eran la Bersuit, estaban en un momento de gran éxito y me adoptaron… Convivimos, éramos todos amigos. Jamás tuvimos una discusión. Ni siquiera leí el polémico reporta­je en el Clarín, pero Gustavo me escribió para disculparse y contarme que se sentía traiciona­do por el diario y el periodista, porque habían segmentado una frase fuera de contexto y la habían usado de título, fuera del ámbito de la prensa musical, como una anécdota.

–Formaste parte de varias bandas míticas y tocaste con infi­nidad de músicos del mun­do, ¿con qué colega tuviste la conexión más profunda, arriba y abajo del escenario?

–Con Guille Martín, porque tenía una ac­titud musical y personal única, se brindaba con una alegría especial; con Gringui Herrera podemos tocar con los ojos cerrados, siempre suma magia y armonía; con Ariel y Los Ro­dríguez teníamos una gran conexión en vivo, cantando y tocando dinámicos… Candy y el Niño (José Bruno) son una rítmica extraordi­naria, juntos hicimos cosas grandes; finalmen­te esta banda es espectacular, personal y mu­sicalmente. La conexión es buenísima, le po­nen mucho color y swing a las canciones que tocamos. En otros universos musicales, me siento privilegiado por lo que compartimos con Niño Josele, un guitarrista virtuoso pero sensibilísimo que me llevó a otra galaxia; con Jerry González compartimos muchas horas de amistad y experiencia… Es uno de los me­jores músicos de mundo, eso está contrasta­do… Un genio como pocas veces vi. También nos sentimos hermanos con Diego, el Cigala. Como cantante es intratable, pero tenemos una gran conexión personal y espiritual… Por suerte es una lista importante de músicos con quienes pude tener feedback de arte en la mú­sica y una buena relación de armonía y respeto bajo el escenario; Bersuit fue impecable, todas las canciones sonaban bien, José Reinoso, Antonio Serrano… Luis Alberto fue siempre dulce conmigo en el trato personal, y exigen­te en cuestiones musicales… Pappo se portó siempre muy bien conmigo; se preocupaba y siempre estaba. Conocí a un Pappo diferente al que la historia cuenta, que seguramente es la de un Pappo auténtico también. Cachorro es un hermano para mí, nos entendemos muy bien, nos tenemos mucha confianza. La músi­ca me dio muy buenos amigos y la oportuni­dad de conocer músicos geniales, a veces las dos cosas al mismo tiempo.

–¿Y con qué artista, que aún no conocés per­sonalmente, creés que lograrías buena quí­mica en un escenario o en un estudio?

–Caray… supongo que con cientos de mú­sicos. O miles. Me considero un músico más que un cantante, creo que podría entenderme bien con la mayoría de los músicos que a mí me gustan, incluso con muchos que todavía no escuché. Desde Rudi y Nini Flores hasta Kanye West. Por supuesto que sería un Ro­lling Stone bastante bueno, salvando el deta­lle que casi todos los pianistas de los Rolling se mueren. Creo que podría haber sido un buen músico en Muscle Schoals. También sé lo que no puedo tocar. No soy rápido con las partituras, no puedo transitar armonías com­plejas, ni tocar jazz, ni música clásica sinfónica. Tampoco estoy preparado para el heavy metal porque es muy rápido.

–Hace poco tuviste palabras elogiosas con El Perrodiablo y grabaste con Nikita Nipone. ¿Cómo te llegan las bandas nuevas?

–No vivo en un termo (o lo sé disimular). Siempre hay genuinos talentos en el rock, la típica y el folklore. Es imposible que no exis­tan capos jóvenes -y no tan jóvenes- aun­que apartados del mainstream, las radios o el conocimiento popular. Perrodiablo es un gran grupo para aquellos que sepan apreciar el sonido Stooges (distorsiones y catarsis), tienen buenas guitarras, buenas letras y actitud. Mucha gente sigue al Perro. Astro Bonzo, de Santa Fe, son muy buenos, tienen todo para ser un grupo grande de rock, me­nos las oportunidades. Él Mató son un grupo universal, independiente. Tocan en Europa y publican allá. Pez están tocando hace quin­ce años, son un clásico del rock clásico. No es tan complicado escuchar bandas buenas, nuevas o no tan nuevas. Hay que tomarse el mínimo trabajo de sentarse y encontrar­las, ¡y tampoco es un trabajo! Lo que pasa es que escuchamos siempre las mismas ban­das rotando y rotando, y son las mismas en la radio y las mismas en los festivales… Yo no soy un descubridor de grupos, ni soy un señor “pulenta”, pero me consta que existe talento suficiente en nuestro país, tenemos escuela, tenemos madera, tenemos bandera de rock y de música sensible, poética, litora­leña, profunda… Quizás estamos un poco escépticos porque no todos compartimos el entusiasmo en el auge de, aquello que se conoce como, rock “barrial” o “chabón”, ge­neralizamos y no nos tomamos el trabajo de descubrir lo bueno que seguramente podrían tener. Algunos no confiamos ciegamente en las nuevas tendencias del “indie”, o lo vemos como una repetición de cosas que Syd Barrett descubrió hace 45 años. No sé cómo escucha música el resto de la humanidad, pero la ma­yoría tiene Internet en el teléfono o en una computadora personal y hay material de so­bra, suficiente para construir una conciencia musical amplia.

–Antes de ganar el Grammy Latino por “Cuando no estás” te definiste como “un outsi­der en el mainstream”. ¿Por qué?

–Es así, lo soy. No soy completa­mente funcional a una multinacional y nunca lo fui. Quitando mi instinto para hacer can­ciones que gusten mucho. Los Rodríguez fui­mos rechazados en todas las discográficas por “viejos y yonquis”… y pasaron casi 25 años. En la actualidad me niego a firmar contratos porque son muy largos, imposibles de leer se­gún mis niveles de atención. Como no se trata ya de royalties y porcentajes de la venta de dis­cos (por razones obvias), entonces los nuevos contratos son eternos, ni sé tomarme el tra­bajo de leerlos, por ende tampoco los puedo firmar. Como muchos de mis colegas tengo contratos de fabricación y distribución, que me permiten seguir trabajando con mi gente de confianza, pero tampoco puedo pretender ser un mimado de la industria. Mainstream es otra cosa… Quizás sea un buen elemento para el mainstream, todavía me llaman para tocar, seguimos ofreciendo giras, mis canciones se escuchan y me sigue un público que se renue­va… o nunca cumple años.

EL PRODUCTOR

En los ‘80 y ´90, Andrés apoyó mucho a la escena emergente de ese momento, produciendo y colaborando. ¿Qué pasó con el Calamaro productor? ¿Se ve volviendo a cumplir esa función?

“Caray… Debería producir y producirme, ya lo sé… Siempre fui un buen elemento en el estudio de grabaciones. Pero las sesiones largas son un peligro, ahora mismo me cuesta encerrarme diez horas en el estudio, es una invitación al vicio y al desorden personal. Siempre fui un grabador compulsivo y esta compulsión me dio buenos resultados artísticos y malos resultados personales, no siempre pero lo suficiente como para suponer que existe una tendencia al abuso y consumo de tabacos y sustancias marginales en los estudios de grabación. Tendría que reacomodarme, aprender a resistir una creación larga y metódica sin consumir sustancias ni humo. Además, tengo antecedentes de entrar al estudio y no salir jamás; necesito un productor firme que me dé garantías que el disco va a terminarse alguna vez. Supongo que debería producir y producirme, en fin… Pero también sé que es posible hacer grandes cosas colaborando con productores y dejándome dirigir un disco”.

PANTALLA CALIENTE

“El cine es inspirador, y las series de televisión evolucionaron mucho últimamente -dice Calamaro-. Los diálogos de True Detective son interesantes y los actores ofrecen una interpretación bastante brillante por ser televisión; The Wire es una gran serie con un villano muy carismático como es Avon Barksdale. El cine es otra galaxia».

Y agrega: «Tanto en la TV como en las películas, tengo tolerancia para verlo como pasatiempo y entretenerme hasta quedarme dormido. Me gustan los filmes con Jason Statham y CSI, la buena serie policial de forenses. Pero también estoy viendo más cine europeo, nuevo terror francés, cosas interesantes. Todos los días veo cine o alguna serie buena: The Knick, Girls, Newsroom… Todos los días algo hasta que me duermo”.

LAS BAJAS

–Hace poco murieron Cerati y Spinetta. ¿No sentís que nos estamos quedando huérfa­nos de próceres y que no surgen nuevos artistas de esa magnitud? Que va a llegar un momento en que no va a quedar ninguno con esa estirpe…

–Es inevitable el sentimiento de orfandad, cuando crecimos con un único “mártir” que era Tanguito y casi nadie lo había conoci­do realmente fuera de la elite de La Cueva, y aquella era una época que se sentía como muy lejana. Ahora es complicado medir la magnitud de los artistas contemporáneos o nuevo artistas; Gustavo era amado por el pueblo, pero también era bastante discuti­do en ciertos conventillos, particularmente Soda Stereo fue un gran grupo sin consenso unánime de la crítica, que sí se volcaba con Sumo o Patricio Rey… Habrá que suponer que el status de próceres te lo da el pueblo/ público (la tierra), y eso no siempre va a ser del agrado de todos. En ese sentido, el pue­blo eligió a Carlos Solari “el Indio” como su prócer inabarcable, pero también ofrece fervor y consagración a otras bandas que no son elogiadas por unanimidad. Lógicamen­te, soy de la generación que ama a Spinetta, sentí mucho su muerte temprana, ni siquie­ra puedo escuchar sus grabaciones. Trato de ver las cosas con perspectiva: Argentina tiene a Piazzolla, a Gardel, a Troilo, a La­rralde, a Discépolo… Todos irrepetibles. Sin embargo nuestros contemporáneos también conquistaron un status de leyendas (o pró­ceres) quizás pagando un precio demasiado alto. Es complicado adivinar ahora mismo cuándo va a aparecer un próximo Spinetta o un próximo Messi. Pero quizás esté a punto de ocurrir el milagro.

–¿Qué te provocó la muerte de Chabán y cómo era (o fue) tu vínculo con él?

–No fuimos amigos, pero Omar era un per­sonaje siempre presente en una época en la cual los espacios alternativos fueron funda­mentales; no fue el único pero fue muy espe­cial, no era un empresario corriente, ni sé si era realmente un empresario, creo que era un artista y facilitar espacios de rock libre era una forma de expresión. No era una persona fácil y no fuimos íntimos amigos pero es imposible negar la importancia de sitios como el Einstein o Cemento. Yo lamento mucho el calvario de Chabán, pagó caro sus errores, pero los pagó. Lógicamente no fue un pirómano ni un asesi­no; en la cadena de responsabilidades él estaba y ningún mérito anterior le sirvió en el mo­mento de ser responsable penal. Dudo que si se incendia una cancha de fútbol se condene a los jugadores o al presidente del club; dudo mucho que paguen con cárcel en el hipotético caso de una desgracia semejante. Quizás sea ingenuo de mi parte, pero en caso de incendio yo trata­ría de saber quién prendió el fuego… Normal­mente se busca al que empezó el incendio.

LA PELOTA

–¿Sufriste mucho con Independiente en la B?

–No. No tengo la costumbre de sufrir por el resultado de un partido de fútbol. Tengo muy buena sintonía con la gente del fútbol y entiendo la lírica de los hinchas… Soy amigo de futbolistas, de entrenadores, me gusta ver fútbol y hablar de fútbol; lógicamente muchos de mis amigos son futboleros, pero yo no tengo esa genética. En mi casa nadie vibra por cuestiones balompédicas. No soy anti-fútbol y puedo hablar horas de futbol. Espero no ofender a nadie diciendo estas cosas; acá el futbol es una religión pero fui educado como ateo. Independiente es un gran equipo de Avellaneda que conquistó trofeos internacionales con jugadores emblemáticos que representan la calidad de la que presume el paladar futbolístico argentino. Creo que el hincha de Independiente quiere ver jugar bien al equipo y que éste es un equipo de primera… Hay algo inexplicable en el contraste del rojo diabólico con el verde de la hierba.

–¿Por qué te parece que no hay tantos jugadores con buen pie, como antes?

–Caray, no sé… Supongo que todos se van para cobrar en euros, es que tiene sentido. Tenemos cracks pero están jugando en Europa y nos representan muy bien.

–Siempre te gustó mucho el fútbol, ¿qué te da este deporte que no te haya dado el arte?

–Siempre recibo con honores a los jugadores que nos vienen a ver. Sé que mis canciones se cantan en las tribunas y estoy orgulloso de eso. Digamos que el futbol me dio buenas amistades y eso es importante. Cuando era un adolescente los intelectuales rechazaban al fútbol, llegué a ver fútbol porque me invitaba un chico del colegio, nos llevaba el padre como es de suponer… Teníamos menos de diez años. Ahora es un espectáculo dominador, es complicado escapar al show del fútbol, a toda esa información bien presentada y respaldada por millardos en publicidad y demasiadas páginas en los periódicos.

LOS RECUERDOS

–¿Cuánto lugar ocupa la nostalgia en tu vida?

–Alguna vez leí que la nostalgia es una forma de inteligencia, pero todavía no termino de en­tender la frase. Yo creo que no practico la nos­talgia, pero la siento en el pecho escuchando música. Siento nostalgia litoraleña o napolita­na sin haber nacido a orillas de Paraná ni en el sur de Italia. Nunca escucho mis discos, se me olvidan los nombres de los personajes de los libros y las películas que me han gustado. No soy de vivir en el pasado ni de rendirle culto, aunque soy una persona sensible y me gusta compartir anécdotas. Ese es el lugar que ocupa la nostalgia en mi vida… Moderado.

–Muchos de tus amigos y colegas ya no están, ¿de alguna forma te sentís un sobreviviente de los excesos de otras épocas?

–Que yo sepa, nunca arriesgué mi vida, pero fui bastante atrevido, y tengo el hígado intacto. No fui de los peores de mi genera­ción, pero hice mérito y llegué a estar en la lista de las “probables bajas”. Pero ya pasaron quince años y aquí estoy, nunca fui al médico, no me enfermé, nunca, y toco madera. De to­dos modos soy muy joven para considerar a la salud un merito mío… Mis viejos tienen más de noventa años, no tiene sentido sentirme un héroe por haber sobrevivido a un peligro que yo mismo propuse. Es justo esperar unos cuantos años antes de considerarme un so­breviviente, tampoco fui a Vietnam aunque si fui a… “Camboya Profundo”.

–¿Con qué canción te gustaría que se te re­cuerde?

–No quiero que me recuerden, prefiero que no me olviden. Si me recuerdan, que sea con respeto, como a un gran artista de nuestro país, amado en España y en toda América Latina, un hombre adelantado a su tiempo, cosmopolita e iconoclasta, que resistió a la “corrección po­lítica” porque sabía que los equivocados eran los demás. Que me recuerden y se metan toda la mierda adentro del culo de nuevo.

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